SANTIAGO GONZÁLEZ – EL MUNDO – 14/12/15
· Hace unos días uno se preguntaba cómo era posible que Pedro Sánchez hubiera caído en el error del debate a tres, que no se hubiera plantado ante el organizador y con el máximo de cordialidad y respeto le hubiera dicho: «Te agradezco en el alma la invitación, pero no puedo aceptarla. No veas nada personal en ello, pero es que yo soy el jefe de la oposición y como me dice mi psicoanalista, que es lacaniano estricto, estoy obligado a hacer semblante». Uno comprende que cualquier candidato socialista se acojone, pensando en tener semejante conversación con el jefe máximo de PRISA.
Pero muy bien pudo llamar a Rubalcaba para que le hiciera la tarea. Sobre todo después de haber leído la entrevista que ayer le hacía en El País nuestro antiguo camarada Rubén Amón. Al final, sólo al final, uno empezó a temerse que la inteligencia de Alfredo Pérez Rbcb era una de esas cosas que hemos sobrevalorado en esta vida. Aunque deberíamos aplicar en su favor el relativismo agustiniano: «Pero joder si lo comparamos».
Dice ahora Alfredo que en los debates, Rivera e Iglesias «han caído en la trampa del PP». ¿Y Pedro Sánchez no? habría que preguntarle. La trampa del PP sigue explicándole a Rubén, «fue hacerlos competir no por derrotar a Rajoy, sino por derrotar a Pedro Sánchez. ¿Por qué no va Rajoy a los debates? Porque no yendo, plantea un debate entre segundos. Y para confirmarlo, incluso, manda a Soraya. Su segunda.» Efectivamente, no lo explicó uno con mayores dotes de precisión. Ya sugerí que al debate decisivo enviara a Meritxell o a César Luena. Y lo recomendé cuando aún estaban a tiempo de evitarse lo peor.
Rajoy nunca tuvo dudas, según le contaba a Mª Teresa Campos. El debate por excelencia es el cara a cara, el debate a dos. «Ahí no tenía que estar Sánchez como líder de la oposición que es». Del enemigo el consejo, Pdro no debió acudir y yo creo que el propio Rajoy debió llamar a gente de respeto en el PSOE para evitarle al muchacho la encerrona, que lo iban a abrasar y tó pa’ná. No hay manera de evitarle al adversario sus propios errores, pero tampoco deberían sacar ventaja de ellos. Precisamente para prestigiar el debate a dos, vale decir el bipartidismo, tan injustamente subvalorado.
El debate a cuatro sólo aumentó el lío y el aburrimiento. Más allá del momento de gloria de Iglesias al reprochar a Jordi Sevilla un cargo que no tuvo en una consultora inexistente: House Water Watch Cooper. Hubo otros dos momentos extraordinarios del líder alternativo: cuando negó a una abogada del Estado que la Constitución recoja el derecho a la Educación. (Título II, artículo 27.1). O cuando dijo que el pueblo andaluz había optado por quedarse en España en diciembre del 77, ante la impavidez de los otros tres. Tuvo que ser el moderador el que un rato después, preguntara a Iglesias: Perdone, ¿pero ha dicho lo que yo he oído? El primer cara a cara de nuestra historia se produjo hace 22 años. Lo perdió Felipe y lo ganó Manuel Campo. El debate a cuatro lo perdió Sánchez y lo ganó Vicente Vallés.
«Estamos orgullosos de España», gritaba ayer Pablo Iglesias en la Caja Mágica. Es el mismo tipo que el 25 de diciembre, fun, fun, fun, de 2012, escribía de España en Twitter: «Qué asco de país». El 27 de marzo, tres meses después, escribía de la Venezuela chavista «Q gran país». Es el mismo que hace dos años decía: «Yo no puedo decir España. Yo no puedo utilizar la bandera rojigualda». Agujeros negros del sentido para una masa a la que solo atrae el espectáculo. Lo escribió Baudrillard.
SANTIAGO GONZÁLEZ – EL MUNDO – 14/12/15