Tal día como hoy se dan cita aniversarios que, por lo general, son desgraciados: se cumple hoy medio siglo del golpe de estado de Pinochet y de la muerte de Salvador Allende; 22 años desde los atentados contra el World Trade Center en Nueva York y 280 desde la caída de Barcelona en manos de las tropas borbónicas. Allí, en el asalto final a Barcelona, cayó herido Rafael Casanova, conseller en cap de Barcelona y líder de las tropas austracistas. Cinco años después fue amnistiado  y volvió a ejercer como abogado. Murió en Sant Boi en 1743, con 83 años cumplidos.

La estatua que le fue erigida en Barcelona ha sido el lugar en el que el nacionalismo catalán depositaba su ofrenda de flores en fechas como esta, salvo durante las dictaduras de Primo de Rivera y Franco, en la que se retiró la estatua. La Diada del año pasado registró por primera vez la ausencia del presidente de la Generalidad, Pere Aragonès, que este año sí piensa asistir. No es que la bronca entre los nacionalistas que impidió la unidad en el 22, haya desaparecido este año. El presidente de la Generalidad trata de disputar al prófugo de Bruselas los derechos de primogenitura de los golpistas catalanes. Puigdemont le lleva alguna ventaja en la carrera, no en vano es más golpista, y por ende, más delincuente. También es más alto. Pero Aragonés no se iba a dejar amilanar por ser más retaco y ayer compareció para dar a conocer un mensaje institucional. Viene a coincidir con el golfo de Waterloo en que “Cataluña tiene la llave de la gobernabilidad del Estado para establecer las bases de que Cataluña vote y tenemos que aprovechar esta fuerza para hacer posible todo lo que hasta ahora no lo era”. Se jacta el hombre de que están obligando al Gobierno del Estado a aceptar la amnistía como una condición necesaria, imprescindible e inevitable, tal como reivindicamos desde el primer día. Pero necesaria no quiere decir suficiente: “la amnistía por sí sola no resuelve el conflicto de soberanía con el Estado, porque Cataluña quiere votar libremente sobre la independencia y hasta que el Estado español no dé respuesta a esta reivindicación democrática el conflicto persistirá”. O sea, que primero la amnistía, antes de la negociación, no ser el colofón de la misma tal como parece querer ordenar las cosas el sanchismo. ¿Solo la amnistía? No, también quiere una mejora inmediata  del bienestar de la ciudadanía con medidas como el traspaso de Rodalies y el fin del déficit fiscal. Quién le habrá dicho a este pobre que votar por la independencia es una reivindicación democrática. Eso además del ejemplo canónico de sinécdoque que suponer llamar ‘Cataluña’ a una parte de la misma que no llega a la mitad de sus habitantes como se ha venido demostrando reiteradamente.

A Pedro Sánchez las cañas se le están volviendo lanzas. Ya es que hasta Odón Elorza le hace ascos a la amnistía, a la que califica de inaceptable. Dicen que los socialistas históricos se van a movilizar contra la amnistía. No parece que se pueda esperar nada de su esfuerzo. Lo dice alguien que siempre ha sido partidario de la gran coalición y de los grandes pactos de estado, pero el PSOE de Sánchez no vale. Al sanchismo solo le queda el recurso de Conde-Pumpido. Nadie mejor que el presidente del TC para hacer la ofrenda a Casanova.