Miquel Escudero-El Correo

Lunes, 11 de septiembre 2023, 01:09

Al ser condición de su supervivencia, un objetivo de toda democracia liberal debería ser el cultivo de individuos con personalidad; esto es, hombres y mujeres que se expresen con criterio propio y que no repitan, sin más y para ser aceptados o promocionados, lo que se diga o haga alrededor. El pensar por sí mismo nos introduce en un camino con reglas -como son la coherencia y el rigor- y con dudas; de muchas cosas carecemos de respuesta y debemos callar y seguir trabajando.

Es evidente que no hace falta ser científico para seguir su método de razonamiento, pero conviene saber el significado e importancia que concedemos a la ciencia en general. ¿Se puede aprender a pensar por sí mismo desconfiando del valor de lo bien demostrado? Negar lo que la ciencia afirma de forma contrastada cierra el paso al saber y al gran consenso social de la razón. Por esto es preocupante el avance de la pseudociencia, siempre corrosiva.

Leo que hace dos años el 65% de los votantes demócratas estadounidenses afirmaba tener ‘gran confianza’ en la ciencia, mientras que esto ocurría sólo en el 30% de los votantes republicanos, menos de la mitad. Es desolador.

¿Y qué decir del vicio de hacer trampas? Hoy, 11-S, recuerdo al presidente de ERC Oriol Junqueras exigir la libertad de unos detenidos por arrojar chinchetas, y pretender tirar bidones de aceite por donde pasaban los ciclistas de la Vuelta a España: «La policía española, contra las libertades fundamentales y los derechos humanos», ha exclamado. Y otros de la misma cuerda sueltan: «Protestar no es delito». ¿Alguien cree que es posible hablar con quienes mienten y confunden?