EDUARDO ÁLVAREZ-EL MUNDO

SE EQUIVOCÓ Julián Marías cuando, hiperventilado, sentenció que «habrá Monarquía, pero no merecerá la pena». Eran los años de la Transición y el filósofo no entendía que la nueva Constitución dejara desnudo al Rey. Pero el tiempo demostraría que la Corona, como institución representativa, neutral y alejada de las cuitas políticas, podía ser muy útil para España. La duda ahora es si a quienes llevan las riendas del principal partido del país les parece que sigue mereciendo la pena o no. Porque el abrazo entre Sánchez e Iglesias fue a la vez un corte de mangas a Felipe VI. La única prerrogativa verdaderamente política que la Carta Magna le confiere tiene que ver con su protagonismo en la formación de Gobierno. Y la obsesión del presidente en funciones por arrebatársela es algo patológico. Tras el 28-A, Sánchez se puso a citar a los distintos líderes en Moncloa sin tener aún la venia del Rey. Se pasó por el forro las formas, cuando la democracia o es formal o no lo es. Ahora al menos ha evitado hacerse la escena del sofá en el Palacio presidencial. Pero sin ni haberse tomado siquiera un café con el Rey ya ha nombrado vicepresidente al líder de Podemos, ha repartido no sé sabe cuántos ministerios y hasta ha anunciado que habrá Gobierno antes de Nochebuena, como si los plazos fueran cosa suya. El Monarca tenía que responderle negándose a recibirle hasta pasados los Reyes alegando que está muy liado preparando su Discurso televisado del 24.

En un sistema como el nuestro es obligación de los partidos negociar –a poder ser, con discreción– tras unas elecciones para presentarse a las consultas regias con los deberes hechos. Pero una cosa es intentar sumar apoyos y que todos hablen con todos, y otra llegar a Zarzuela con la lista del Gobierno hecha como si el Jefe del Estado fuera el notario mayor del reino. En todo caso, dado que el Rey ha demostrado más educación que sus primeros ministros y ya que estamos en tiempo de innovaciones y todo va tan deprisa, bueno sería que Don Felipe iniciara las consultas ya. No tiene que esperar a que se constituyan las Cortes, porque una de las modificaciones que experimentó el artículo 99 hasta su redacción final fue la de obligarle a reunirse con los representantes de «los grupos políticos con representación parlamentaria» y no con los «grupos parlamentarios», que aún tardarán semanas en formarse. Esto serviría al menos para que se visualice que el Rey ejerce una iniciativa que le corresponde y, sobre todo, para que Sánchez e Iglesias dejaran de repartirse sillones a sus espaldas. Qué menos.