Ilegalización

Arcadi Espada, EL MUNDO, 30/6/11

LE DOY un repaso a las filminas promocionales de la capitalidad cultural de San Sebastián. No veo al primer donostiarra cultural, que es el filósofo Savater, por si hay que decirlo. Una culturalidad que desprecia a su primer ciudadano es algo insólito. Por supuesto que cualquier ciudad que se precie debe tener su disidente, e incluso más de uno, si quieren derrochar. Pero el procedimiento correcto de la autoridad es llamar a casa del disidente, ofrecerle fama, bienes y consenso y que el disidente, acto seguido, los mande a tomar viento, que para algo es quien es. No ha sido el caso. Ninguna autoridad, ni de entonces ni de ahora, llamó a Savater. Este detalle bastaría para desconfiar de la Kulturalidad donostiarra. La cultura, a diferencia de la política o las finanzas, vive de estas sensibilidades.

Organizar una culturalidad en San Sebastián sin Savater es lo mismo que organizar una gastronomikarra sin Arzak. Aunque, dado que este último forma parte de todas las filminas de la Kulturalidad no hay que perder la esperanza de que, a pesar de su paladar algo cuartelero, inviten al filósofo a presidir la próxima gastro.

El apartamiento es metáfora de algo más. Savater, sus libros y su condición de alegre héroe civil, es lo único donostiarra que circula con autoridad por Europa. Por la Europa física y por la Europa moral. Por contra, el rasgo supremo de la fuerza política que va a gestionar la Kulturalidad es su riguroso carácter antieuropeo: es decir, su perfil xenófobo y totalitario. Claramente: como si Vic gestionado por un Anglada fuera elegido capital cultural.

Entre Bildu y Anglada solo hay una diferencia de número. Una vergonzosa cuestión de número, y con toda la vergüenza para los donostiarras. En cualquier caso, el apartamiento de Savater es coherente; pero semejante coherencia debería haber puesto los pelos de punta al Gobierno de España y a su jurado. Se argumentará que a ningún cadáver se le ponen así los pelos. Pero ese no es el problema. El problema es el mismo que el de hace ocho años; el mismo de los días de éxito y de los días del fracaso: la moral plástica del presidente Zapatero. Y su célebre adolescencia política. A estas alturas debería haber aprendido que los dictadores siempre utilizan los eventos en su provecho. Y ya no digamos aquellos que, al estilo de Chávez, tienen detrás al pueblo.

He escrito más de una vez defendiendo la legalización de la coalición Bildu y seguiré haciéndolo mientras las circunstancias no cambien. La razón no es la coalición Bildu, sino la democracia y sus irritantes obligaciones. Entre ellas, y contra lo que parecen pensar los de la Kulturalidad capital, no está la ilegalización y el posterior pase a la clandestinidad de Fernando Savater, con obra, tiempo y mundo incluidos.

Arcadi Espada, EL MUNDO, 30/6/11