Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo

Preocupados por la pérdida de competitividad y de influencia del denominado Arco Atlántico, nada menos que 17 Cámaras de Comercio, desde Portugal hasta Burdeos y bajo el liderazgo del lehendakari proponen la creación de una macrorregión europea con el objetivo de reorientar la situación y luchar contra el atractivo que ejercen las regiones de Asia y Pacífico, a nivel mundial, y las de los países del Este, a nivel europeo. Es muy sencillo estar de acuerdo con el diagnóstico, pues es evidente que esta macrorregión, que pretende un reconocimiento explícito de las autoridades europeas, se aísla cada día más de los ejes actuales del desarrollo económico. Se entiende peor que cuando son otros quienes hablan de ello y lo señalan –recuerden a Zedarriak por ejemplo– se arma la tremolina y se niega con vehemencia lo que ahora se reconoce con sinceridad.

Son muchas las cuestiones que inciden en el auge y el deterioro de las regiones y es un tema muy estudiado a nivel académico. Hubo un tiempo en el que lo hacían por su disponibilidad de materias primas, por su buena localización y conexiones con otras regiones y cosas así. Hoy eso está superado. Las materias primas se compran en los mercados internacionales a precios competitivos y se transportan en condiciones favorables. Pero la economía mundial, aparte de globalizarse, se ha desmaterializado y por eso hoy es más importante saber utilizar los metales o las tierras raras que disponer de ellas. El conocimiento es la materia prima del siglo XXI, como el carbón lo fue del XVIII y el XIX o el acero del XX.

El asunto es muy complejo y desborda ampliamente el ámbito de la economía. ¿Influye en el proceso el desastre demográfico? Sin duda alguna. Miren Asturias en donde hay más pensionistas que activos. ¿Se ve afectado por las carencias en las infraestructuras? ¡Cómo no! ¿Se acuerdan del vigor con el que nos opusimos al AVE cuando había dinero y posibilidades de financiarlo? La lista es muy larga, pero si de verdad quieren nuestras autoridades redirigir la deriva actual van a tener que hablar de otras muchas cosas. ¿De cuáles? Pues de temas ásperos o desagradables como es la evolución de la productividad, la disposición de talento y capital, nuestra capacidad de retener los propios y de atraer los ajenos, de reorientar la acción de los poderes públicos, poniendo en el centro la creación de riqueza y la generación de empleo y no en la recaudación fiscal.

Parece complicado, pero en realidad no lo es tanto. Fijémonos en quienes lo hacen bien en este terreno y no están lejos. Madrid sube, mientras Cataluña baja. Irlanda sube, mientras Bélgica baja. ¿Imitamos a Madrid y a Irlanda o copiamos a Cataluña y a Bélgica? La respuesta es sencilla y la da otra pregunta: ¿queremos bajar o subir? La macrorregión está muy bien, siempre que sea más que una idea escrita en un papel que sirve para conversar en un foro amable.