Impuestos por castigo

Ignacio Camacho-ABC

  • La ‘armonización’ es un inocente eufemismo para el éxito de un modelo fiscal alternativo

Dado que es 28 de diciembre conviene que sepas que el Gobierno te está preparando una inocentada de verdad, que son las más crueles. Y consiste en que el año entrante te va a volver a subir los impuestos. En febrero la ministra de Hacienda recibirá el documento sobre la reforma fiscal encargado a un comité de expertos, que cabe suponer que al menos en esta ocasión serán de carne y hueso. Y a partir de ahí se pondrá en marcha la maquinaria legislativa que va a acabar apretando las tuercas de tu esfuerzo si un adelanto electoral no la detiene a tiempo. Lo van a llamar armonización, hermoso eufemismo para esconder el enésimo asalto a tu bolsillo, y en esencia consiste en suprimir el alivio que las autonomías del PP -Madrid, sobre todo, pero también Andalucía, Castilla y León, Murcia o Galicia- aplican sobre ciertos modelos impositivos. Es decir, que Sucesiones, Donaciones y Patrimonio tengan en todo el país un mínimo fijo. Y sí, se trata de una vieja reclamación del nacionalismo, que en vez de imitar a esas comunidades pretende imponerles un castigo por demostrar las ventajas de un marco tributario distinto. El famoso «paraíso». Al sistema concertado vasco y navarro ni toserle que a los amigos no se les regatean beneficios.

De modo que si vives en alguno de esos territorios -más o menos la mitad de la población española- te van a apretar las tuercas por lo que heredes o por lo que tengas. A la alianza sanchista no le gusta que su política exactiva quede en evidencia frente al paradigma alternativo de la derecha. Y si eres de otra región ya encontrarán la manera de hacerte pagar más, sea aumentando las cuotas actuales o creando figuras nuevas. Se admiten apuestas sobre si al final tocan o no la renta, el gran fondo de armario al que el Estado siempre termina echando mano porque es el que tiene mejor controlado. Y será difícil que la mayoría gubernamental renuncie a compensar los tramos que las regiones administradas por los populares han bajado. En la mentalidad izquierdista, la autonomía fiscal sólo rige para implementar subidas. Cuando alguien esboza una rebaja, aunque sea exigua, surge un raro argumento de solidaridad negativa que transforma el IRPF en un impuesto de la envidia. Menuda armonía.

Porque todo esto va de obstaculizar el éxito indubitado de las recetas liberales. Las que han logrado que Madrid aporte a la financiación autonómica el triple que Cataluña y doce veces más que Baleares. Las que tratan a los contribuyentes como adultos responsables que saben lo que le cuesta a un negocio, a una empresa o a una familia salir adelante. Las que rechazan el principio de que el dinero público no es de nadie. Ésa es la broma que van a gastarte: la de penalizar tus ideas cobrándote. La paradoja cínica del caso es que son los separatistas quienes se atreven a hablar de desigualdades desde la plataforma de su particularismo insaciable.