Insufribles

ABC 29/06/17
LUIS VENTOSO

· Debe ser agotador levantarte cada día teniendo que decir que todo es un asco

AYER se conmemoraron en el Congreso los cuarenta años de las primeras elecciones. Fue una bonita ceremonia, aunque tal vez se echó en falta al viejo Rey Juan Carlos, que algo aportó en todo aquello. Los diputados de hoy se sentaron a la vera de algunos veteranos de las Cortes constituyentes. Se evocaba así una auténtica gesta política, cívica y humana: el día en que España aparcó su desastrosa vena cainita y dos bandos que se habían odiado y matado con saña miraron adelante para construir juntos una democracia, el país libre y próspero en que vivimos. Comunistas como Alberti o La Pasionaria fueron diputados en aquel Congreso de 1977, a la vera de algunos parlamentarios salidos del franquismo.

El Rey Felipe pronunció un buen discurso. Sin citarlos, incluso les recordó a los sediciosos separatistas una verdad inquietante: si se ignora la ley se acaba fumigando la libertad. Evocando el nacimiento de nuestra democracia, el hemiciclo aplaudió con calor y orgullo. Pero hubo excepciones. El híper financiado PNV, con su clásico –y desagradable– sí, pero no. Los restos de Convergencia, embarcados en el golpe de Estado a cámara lenta de Cataluña. Y por supuesto, la bancada de Podemos y satélites.

Ya no es ningún chiquillo (38 años). Madrileño (aunque con singulares veleidades pro separatistas). Un comunista hijo de padres de cómoda burguesía, una abogada y un alto funcionario. Funcionario él mismo. Un supuesto antisistema que goza de máximo apoyo mediático, con unas posibilidades de exposición pública insólitas. Varias televisiones a su disposición. En una con programa propio, sufragado por el progresista Irán, y dos más por cortesía del duopolio que con tanta astucia diseñó el PP. Líder de un partido y diputado, con la comodidad personal añadida de haber colocado a su pareja como número dos, lo que permite conciliar cómodamente trabajo y familia. En resumen: influencia, fama, dinero y amor. Este hombre debería estar contento. Pues no.

Debe ser agotador levantarte cada mañana de la cama con un solo propósito: proclamar que tu país es una mierda. Si España es la nación de su entorno que más crece y más empleo crea, la respuesta está clara: el PIB es una anécdota y todo ese empleo es chungo. Si la policía española hace milagros diarios frente al yihadismo, tal éxito no merece comentarios, porque el terrorismo es un problema del mundo adulto, no existe en el comunismo-teletubbie. Si arrasamos en turismo es porque los guiris vienen a ver la corrupción del PP en directo. Si España gana un partido nos referiremos a «La Roja», que lo otro suena a Franco. Si unos retrógrados xenófobos quieren romper el país destrozando la ley, ahí sí reaccionamos presto: para darles la razón. Si se festejan los cuarenta años de éxito de la democracia española, nos presentamos en el hemiciclo con unas camisetas con la hoz y el martillo, lo cual tras los genocidios de Stalin, Pol Pot y Mao es algo así como lucir una esvástica en el pecho. Si el Rey intenta mirar al futuro y la gente de a pie salir adelante, nosotros les damos la brasa con la guerra civil de los bisabuelos. Insufribles. Al borde de la patología.