Irene, otra ocurrencia

Los columnistas están adoptando la costumbre de despedirse de sus lectores para abordar el mes de vacaciones con buenas maneras. Lo han hecho en la sección que comparten Julio Valdeón y Rebeca Argudo a quienes la buena crianza se la dábamos por supuesta. En rigor, Rebeca se jacta, no sin razón, de que ella está muy consentida. Con perdón por la comparanza, lo ha hecho también Irene Montero, marquesita de Galapagar, que nos ha dejado también algo de su obra.

El miércoles pasado comparecía junto a sus subalternas Noelia Vera, otra con casoplón y la juez Vicky Rosell, que es la delegada del Gobierno para la violencia de Género y que se hizo famosa en tanto que diputada de U-Podemos por empeñarse en ocupar la sala VIP del aeropuerto de Gran Canaria e increpar al empleado de AENA, que se lo negaba porque un diputado raso no es una autoridad a esos efectos. Una diputada rasa tampoco, no vayan a creer que en las empresas públicas confían misiones tan delicadas a tipos con vicios tan evidentemente heteropatriarcales.

Y la ministra Montero nos dejó para que vayamos haciéndonos con agosto una de sus más peregrinas ocurrencias: El punto violeta o punto morado para proteger a las mujeres de las agresiones machistas o sexuales. La idea es que establecimientos públicos como farmacias, colegios, centros médicos, empresas, coloquen en un lugar visible un disco de color morado que haga saber a las mujeres amenazadas que no están solas. Un sitio visible no es, para entendernos, el rincón en el que Inmaculada Colau puso el retratito del Rey en el Ayuntamiento de Barcelona. Era mayor que un sello de correos, no sé de qué se quejan.

España es uno de los países más seguros para las mujeres, aunque no tanto desde que la marquesa es ministra de Igualdad. Al llegar los marqueses al Gobierno de coalición, el Women, Peace and Security Index consideraba a España el quinto país del mundo en condiciones de vida para las mujeres. Durante su gestión ha retrocedido diez puestos. Por si eso en España y el turismo no estuviera en crisis, su Ministerio hace saber a las mujeres de Europa que somos un país peligroso y que si vienen aquí no deben entrar en tiendas sin punto morado, que luego vienen los líos.

Claro que su partido colocó círculos morados en sus sedes y no se puede decir que Podemos sea un lugar seguro para las mujeres. El anterior secretario general y novio de la ministra compadreaba con su cómplice Monedero confiándole que le gustaría azotar a una periodista hasta que sangrase; el líder de Podemos en Burgos fue condenado por abusar de una niña de cinco años. Ha habido condenas por acusaciones falsas de abuso, como la que le hicieron al abogado Calvente por contar cosas delicadas del partido o la de los dirigentes Echeminga y Juanma Del Olmo, pareja que fue de la ministra, que acusaron de violador a la víctima de un asesinato perpetrado par la candidata de Podemos a la Alcaldía de Avila. Tampoco debía de haber punto morado en los centros de acogida de menores tutelados en Mallorca sobre cuya prostitución, el partido de la marquesita no quiere investigar. Y el ex marido de Mónica Oltra y una docena más que ya no me caben en la columna.