JOSÉ MARÍA CARRASCAL – ABC – 15/04/16
· La situación es bastante distinta a la de diciembre. A los dos viejos partidos los conocemos de sobra. Pero a los nuevos ahora los conocemos.
Cuando veo la bandera española en la solapa de un político, ya sé lo que va a decir: que defiende el pluralismo de la nación española y, por tanto, el «derecho a decidir» de sus pueblos; que es partidario de acabar con las reformas del PP, que está contra nuevas elecciones al haberse manifestado el pueblo español el 20-D por un «gobierno de cambio» y que es de izquierdas: al último que vimos con esa banderita fue a Joan Tardá, de ER, en las Mañanas de TVE.
¿Cómo explican que el partido más votado el 20-D fuese el PP si se votó cambio? ¿O que haya que derogar sus reformas si evitó el rescate? ¿O que dialoguen amistosamente con quienes intentan separarse de España? Me contestarán que proponen el federalismo –sin decirnos cuál–, que la recuperación es ficticia y que, unidas, las «fuerzas del cambio» ganaron el 20-D. Excusas. La verdadera respuesta es que la izquierda viene adoptando la táctica de uno de los mayores demagogos de la historia, aunque del otro bando: «Una mentira repetida muchas veces se convierte en verdad» (Joseph Goebbels).
Aunque está bastante gastada. Entre otras cosas, porque hoy los medios de comunicación mantienen mucho mejor informado al gran público y no es tan fácil engañarle. Pero, sobre todo, porque la izquierda ya no es lo que era: la portaestandarte de la justicia, la moral y el progreso. Los ejemplos que ha dado en esos tres campos durante el último siglo allí donde ocupó el poder hablan por sí solos. Aparte de no estar unida, sino tremendamente dividida. En España existen hoy, por lo menos, tres izquierdas: Podemos, Izquierda Unida y PSOE, suponiendo que este sea uno, pues el que encabeza Pedro Sánchez no se entiende con el agrupado en torno a Susana Díaz.
Como tampoco se entienden Podemos e Izquierda Unida pese a compartir programa y objetivos. A no ser que se trate, más que de diferencias ideológicas, de lucha por el poder. Pero, en ese caso, todo lo que nos cuentan de renovación es eso, un cuento, al tratarse de una lucha por los sillones, la más vieja de las políticas. También la derecha está dividida entre la tradicional, del PP, y la nueva, de Ciudadanos. Pero pactando con el PSOE el partido de Rivera ha perdido crédito en su caladero de votos. Si le ayudará o pasará factura lo sabremos el 26-J.
Quiero decir con todo esto que la situación es bastante distinta a la de diciembre. A los dos viejos partidos los conocemos de sobra. Pero a los nuevos no los conocíamos y ahora los conocemos. Cada día un poco más. No sería, por tanto, mala idea que los españoles nos pronunciásemos sobre qué gobierno preferimos, vista su incapacidad de formarlo.
¡Ah! Se presume de lo que no se tiene. Los que creen en España no necesitan llevar la bandera en la solapa.
JOSÉ MARÍA CARRASCAL – ABC – 15/04/16