Jon Juaristi-ABC

  • En el PP sólo hay un dirigente capaz de replicar con valentía y dignidad a la izquierda sociocomunista

Cuando alguien te pone de mangante y corrupto, no debes contestar llamándole «caricatura». Tienes que tirarte a la yugular. En el PP sólo hay un dirigente capaz de hacerlo sin que le tiemble una pestaña, y que responde (o debería hacerlo) por Jezabel Díaz Ayuso. Cuando la llamo así, hay gente del PP que se ofende, y no sé por qué. Las Isabel de la Tanaj, del Antiguo Testamento, son Jezabel, o sea, Izavel. Lo que pasa es que la reina de Israel que llevó ese nombre, la señora del rey Akab, era una mala malísima a la que la tradición cristiana no ha consentido que tenga relación ni en el nombre con Isabel, prima de la Virgen y madre a su vez de Juan el Bautista. Pero lo siento, el nombre es el mismo. En inglés se traduce por Jezebel, título originario de la peli de 1938, protagonizada por Bette Davis y Henry Fonda y dirigida por William Wyler, que se tituló en España ‘Jezabel’ y, en Argentina, ‘Jezabel la tempestuosa’. Ruth Elizabeth (Bette, o sea, Jezabel) Davis interpretaba en ella a una casquivana montapollos (un anticipo de la Scarlett O’Hara del año siguiente) que al final se redime cuidando a las víctimas de una pandemia en una especie de Jezabel Zendal sureño.

Este PP, que le baila el agua a Margarina Matamoros y salva por la campana a Perico Saunas cuando hasta sus ‘sparrings’ están a punto de tumbarlo, no se merece a Jezabel Niña Isabel, que sale de cada combate, como ya lo recogió premonitoriamente el Poema del Cid, «por el cobdo Ayuso la sangre destellando». El género pepero no puede soportar demasiada realidad. Ni el partido ni sus apoyos sociales. Véase, sin ir más lejos, cómo ha reaccionado la nata del empresariado madrileño ante el desaire que le infligió el pasado martes en Ifema la ministra Remilgos Calviño. En vez de mandarla a descapullar monos, que es lo que merecía su plante ante una posible foto en la que ella sería la única mujer -lo cual era también discutible-, los de la CEIM destituyeron o sustituyeron a uno de los figurantes y pusieron en su lugar a una secretaria para que la peponcilla tóxica accediera a posar dulcemente a su lado, sin pararse a considerar que lo que esta pretendía, más que arrearles una colleja protocolaria, era cocear a Ayuso en los tafernarios empresariales y apuntarse así, con el pretexto del feminazismo, un asqueroso amarreco en el mismo espacio en el que la presidenta de Madrid defendió denodada -y a la postre victoriosamente- a su pueblo contra el Covid-19.

Basta imaginar lo que habría hecho Díaz Ayuso, en una situación semejante a la del martes, para cerciorarse de su superioridad ética -por no hablar ya de la estética- sobre las Margarinas, Remilgos y demás miembras de la conseja de ministras. Porque nuestra Jezabel será tempestuosa y más mala que el pus, pero no es una imbécil ni una cursi, y además no se coge nada con papel de fumar cuando le mentan la familia. Va a degüello, y por eso la queremos tanto.