Juan Carlos Girauta-ABC

  • Si Taleb acierta al desahuciar a las universidades americanas, los efectos no serán baladíes

Nassim Nicholas Taleb no es médico, pero conviene tomarse muy en serio sus advertencias y consejos sobre el Covid o la Covid, que ya no sé. Insta al uso generalizado de mascarillas desde antes que nadie, a la vigilancia de los supercontagiadores (que implica prohibir grandes concentraciones humanas), al control de fronteras y a la realización masiva de test. Y condena el lockdown, el cierre de empresas. Su estudio estadístico del riesgo no ha encontrado refutación que él no pueda ridiculizar sin gran esfuerzo, empezando por las ideas del más influyente defensor del «tranquis» en la primera hora, John Ionnadis, con su dogmática y letal insistencia de la medicina basada en hechos cuando más falta hacía actuar deprisa: enero y

febrero.

Taleb es un hombre de genio, y si no mantiene las formas de la academia es porque ya no le profesa el menor respeto. Sostiene que las universidades estadounidenses de mayor relumbrón no solo están a punto de perder su enorme prestigio, sino que van a resultar inviables. Una razón principal es que son demasiado caras para que el alumnado se contente con una educación no presencial. Por lo tanto, la pandemia, entre otros efectos, estaría muy cerca de precipitar un hundimiento que a medio plazo ya era inexorable por lo obsoleto del modelo. Aunque suela manejar una argumentación estadística abstrusa para el común de los mortales, Taleb hace el esfuerzo de la divulgación, y con cada nueva obra cosecha un éxito que exaspera a sus asaeteados.

Las críticas de Taleb a la Universidad se añaden a otras bien conocidas que vienen insistiendo, al menos desde Roger Scruton, en la ideologización de los estudios relacionados con las humanidades, a la hegemonía del irracionalismo posmoderno en todos los departamentos de ciencias sociales.

Una lectura atenta de La tabla rasa, la obra más lograda de Steven Pinker, revelará que la ideologización también contamina desde hace tiempo los departamentos de ciencias duras. Por cierto, Taleb no pierde ocasión de zaherir a Pinker, a quien acusa de no entender las estadísticas en las que apoya sus postulados. Bajo tanta mofa late sin embargo el respeto intelectual de conocer al dedillo la obra del denostado.

Podría zanjar la columna resaltando cómo las autoridades españolas solo cumplen a rastras, y mal, dos de las tempranas advertencias de Taleb (concentraciones humanas y mascarillas) e incumplen insensatamente un control de fronteras imprescindible y urgente. De los test masivos ni hablamos. Obsérvese asimismo cómo el lockdown nos ha arruinado.

Pero prefiero terminar con otra reflexión. Si Taleb acierta al desahuciar a las universidades americanas, los efectos no serán baladíes. De allí han surgido planteamientos, ideas y «cancelaciones» de valores de deletéreos efectos sobre la cultura occidental. Los estudios de género y la explosión de identidades colectivas, la deconstrucción de las instituciones y del Derecho.