IGNACIO CAMACHO-ABC

  • El Supremo británico ha establecido que sólo el conjunto del sujeto soberano puede decidir sobre la integridad de un Estado

El referéndum de independencia de Escocia en 2014 fue el primero de los dos grades errores de David Cameron. La brillante idea estuvo a punto de cargarse la nación británica, pero como los escoceses fueron más sensatos que él –entre otras cosas gracias a la responsabilidad del líder laborista Gordon Brown– y frenaron al borde del abismo insistió con la consulta del Brexit y ahí sí logró suicidarse como primer ministro y arrastrar consigo a todo el país en su salto al vacío. El problema es que ya había abierto el camino y sentado un precedente por el que ha tratado de colarse el soberanismo pidiendo una nueva votación bajo el argumento de que la promesa clave de su derrota, la de la permanencia en la UE, no se ha cumplido. Ha tenido que ser el Tribunal Supremo el que frene el impulso autodestructivo al sentenciar que el Parlamento de Edimburgo carece de competencia para organizar por su cuenta otro plebiscito. Tendrá que obtener el permiso de los poderes representativos del que por algo se llama Reino Unido.

Aquel proceso, aunque frustrado por los pelos, puso cachondos a los secesionistas catalanes, que decidieron poner en marcha su propio intento con o sin soporte legal para hacerlo. Fue sin, y acabó de mala manera por más que el actual Gobierno esté anulando de hecho el veredicto judicial que condenó a los dirigentes insurrectos. Al menos los colegas escoceses de Junqueras y compañía tienen más respeto por las leyes que ellos. Y su propuesta se basa en el empeño de continuar dentro del marco europeo, justo al contrario de lo que sucedería si Cataluña se separase de España sin su consenso. El fondo del asunto, aquí y allí, es sencillo de entender sin necesidad de estudiar Derecho Constitucional comparado, y consiste en que cualquier decisión sobre la integridad territorial de un Estado sólo la puede tomar el conjunto del sujeto soberano. Que es el pueblo español en nuestro caso.

Como esto lo saben los independentistas, y además ya han comprendido que por las bravas no van a ninguna parte salvo a la cárcel, se agarran al referéndum ‘consultivo’ para dar el siguiente paso adelante. El plan es arrancárselo a Sánchez si tras las elecciones generales vuelve a necesitar su respaldo para reeditar la alianza Frankenstein. Alguna personalidad sensata de esa izquierda catalana no rupturista pero proclive al particularismo ya lo ha advertido por escrito, lo que significa que se trata de una hipótesis manejada en ciertos círculos. Una suerte de autodeterminación moral, oblicua, sin efectos jurídicos pero con suficiente capacidad para constituir un compromiso. La ‘vía escocesa’ construida mediante un subterfugio político. Es bien conocida la constancia –y la eficacia– con que el nacionalismo se aplica a la consecución de sus objetivos… y la proclividad de este presidente a cualquier concesión que le permita sostenerse en equilibrio.