JUAN CARLOS GIRAUTA-ABC

  • Sánchez es el arroz blanco, portasabores insípido que enseguida incorpora cualquier espíritu: por ejemplo, el del chequista

Qué maneras de mozo de cuadra. Me vino a la cabeza una historia familiar: detenido y llevado a la temible checa del SIM, mi abuelo socialista se ve ante el comisario comunista de aquel agujero de tortura y muerte. El criminal desdentado, retrato de una etapa caracterizada por el poder de los peores, nunca revelará la razón de un arresto que se despachará en cuestión de horas. Lo que perdura en la memoria de cuatro generaciones es la manera en que el tipejo interrumpe la primera frase del militar que tiene delante: «¡Pa hablar conmigo te vas a lavar la boca!». Fuera de las escasísimas crónicas familiares no había vuelto a oír semejante expresión hasta la llegada de Podemos a la política española. Otra aportación. Es paradójico que sean tan dados a mandar que los demás se laven.

La costumbre la ha heredado Sánchez, que, al no ser nada, puede ser cualquier cosa. Sánchez es el arroz blanco, portasabores insípido que enseguida incorpora cualquier espíritu: por ejemplo, el del chequista. Como tal trató a Feijóo. Pudiendo tratarlo como un presidente al jefe de la oposición, prefirió fungir de comisario político insultando al detenido que le irrita porque se le ve más fino y más serio que a él. En vez de eludir el ridículo rebajando con un vasito de agua del ujier al chulo de playa que lleva dentro, lo azuza, lo jalea y lo suelta sin bozal ni nada. «¡Vengan lavados!». Calla, no es imposible que me equivoque y la frase de marras no proceda de la memoria democrática de Sánchez sino del tráfico habitual de un local como el del suegro, donde ir lavado es ciertamente importante. Pero si es así, ¡menuda mezcla de ambientes, Sánchez, hombre, que ida de olla! ¿Dónde creía usted que estaba? Regrese.

Aparte de la extemporánea irrupción del tema gomas y lavajes, que seguramente también es memoria democrática, el presidente marrullero aplicó todas las trampas de un fijo de ‘Sálvame’, tertuliano profesional del corazón y la bragueta con el colmillo retorcido. Esa zafiedad facilona de los gestitos y las risitas y las caritas para poner nervioso al interlocutor. Tiene suerte de que este fuera Feijóo, tan ajeno a las formas de los horteras vazquianos como a las maneras de los comisarios de checa. ¿De dónde habrá sacado el presidente esos trucos de cotilla mala de ‘Sálvame’ en pleno ensañamiento? Pues de ahí, precisa y obviamente. De donde se alimenta la España culturalmente desahuciada a la que él encarna. Si a muchos nos parece un marciano y no nos explicamos este hundimiento total, donde nada se salva, es porque somos ajenos, refractarios en concreto a la iluminación de la telebasura, donde crecen las flores de plástico, la nada, y no respiran las del bien ni las del mal, que al menos ofrecerían un símil poético triste y bello a la derecha con el Albatros baudeleriano: «Ses ailes de géant l’empêchent de marcher». ¿Gaviota? Albatros. Los marineros se divierten.