Alberto Ayala-El Correo

Un día menos para que acabe esta batalla sanitaria con la que nos ha tocado lidiar. Pero también un día más que la inmensa mayoría de ustedes y nosotros podemos encontrarnos en este cálido rincón de información y compañía que es EL CORREO.

Lo trascendente en estas complicadas jornadas de miedo y zozobra es que se alcance cuanto antes el pico de la enfermedad. Y que nuestros hospitales no colapsen. Pero cuando la batalla termine la vida continuará. Y para nuestros políticos es difícil no sembrar para entonces. No estamos asistiendo a episodios de deslealtad como los vividos en Italia. Pero el nacionalismo, fiel a su histórica estrategia de aprovechar los momentos de debilidad del Estado, no ha dudado en tratar de aprovechar las circunstancias en su provecho. Así estos días hemos visto cómo el PNV definía el estado de alarma como «un 155 encubierto». Cómo se rechazaba por «innecesaria» la ayuda de la Unidad Militar de Emergencias (UME), ayuda que finalmente ha llegado por decisión del Gobierno Sánchez. Y cómo se trasladaba a la ciudadanía que Euskadi afronta la crisis exclusivamente con sus propios medios. Afortunadamente las cosas no han pasado de ahí. El lehendakari aseguró el domingo en ETB que Madrid no ha «invadido» ninguna competencia exclusiva vasca. Y prometió que seguirá la cooperación con el Estado.

Más complicado es el momento para la Monarquía. El episodio de las millonarias comisiones pagadas por Arabia Saudí al Rey emérito. Y el comunicado de Felipe VI de hace una semana dando por buena la noticia, asegurando que hace ya un año se desmarcó de cualquier herencia que quisiera dejarle su padre con ese dinero y que puso los hechos en conocimiento de la autoridad «competente» suponen otra carga de profundidad contra la institución.

La crisis sanitaria va a posponer el debate político sobre el asunto, pero en modo alguno lo va a zanjar. Mientras, Podemos y otros sectores antimonárquicos aprovechan la situación para seguir la labor de zapa contra la institución. Y todo apunta que con un cierto éxito. Pero si alguien ha dejado traslucir su nerviosismo estos días esa es la formación que lidera Pablo Iglesias. La decisión del vicepresidente segundo del Gobierno Sánchez de romper la cuarentena por segunda vez para comparecer ante la opinión pública sin tener nada concreto que comunicar ha puesto de manifiesto que la crisis está desgastando, y de qué manera, a los morados.

UP aceptó entrar al Gobierno con unas carteras sin competencias a cambio de unos compromisos presupuestarios y políticos que le permitieran sacar pecho. El coronavirus ha permitido visualizar que los morados no están en el puente de mando frente a la crisis. Que su papel en el Gobierno es testimonial. Y la fenomenal crisis que se nos avecina ha mandado a la papelera los pactos económicos de Iglesias con Sánchez. Se imponen unos Presupuestos casi de guerra. Se les hunde el castillo de naipes a los podemitas. Veremos cómo tratan de salir del atolladero. Yo no descartaría que en un tiempo fuercen su salida del Gabinete para intentar recuperar tono desde la oposición.