Eduardo Uriarte-Editores
Reestablecidas las Cortes medievales, las últimas en Salamanca, nada menos que por el Gobierno de progreso que forman la coalición social-populista, avocamos a la ciudadanía española a la inestabilidad política digna de aquellos tiempos. El Conde de la Marca Hispánica no acude por considerarlas ajenas, ya que él se entiende de tú a tú con la autoridad, y el Señor de Vizcaya (“rico en ensaladas, pobre en pan y trigo”) acude tras el último asalto al Tesoro del reino. El resto de los varones están convocados para aplaudir, el que no lo haga se puede quedar sin fondos europeos.
Empieza a ser asumido por articulistas de opinión el fenómeno de la feudalización, o neofeudalización, del sistema. Era algo que se apreciaba de tiempo atrás, no en vano se calificaba de barones a los hombres fuertes, presidentes, de las autonomías. El hecho de que un diseño federal como es el del Estado de las autonomías carezca de instituciones federales, de participación, colaboración, y ámbito de lealtad constitucional, avocaba a la centrifugación del sistema. Y eso ha sido así, a la vista de todos, no sólo por la presión de los nacionalismos periféricos, sino especialmente por el desinterés de los grandes partidos españoles en cerrar legislativamente el sistema autonómico, pues les venía bien a la hora de negociar sin control parlamentario alguno el favor de los nacionalistas
Lo que ha hecho el progre de Sánchez es institucionalizar el feudalismo, desvirtuando en esta faceta la Constitución democrática, en una época en la que el progresismo ha elevado a los altares de la irracionalidad más peligrosa, el particularismo, la discriminación, y la identidad, así como condenado cualquier lógica racionalista y fundamento académico en cualquier decisión política. Ha institucionalizado el feudalismo en las Cortes de Salamanca, en las anteriores y las que vendrán, porque en vez de potenciar un Senado federal le era más acorde a su gusto por la propaganda cursi y doctrinaria ese mito regresivo medieval, pero también, sobre todo, porque una organización feudal como en la que él se ha formado, el PSOE, tiende a trasladar su modelo de partido a la política institucional. Como se observa claramente en Euskadi tras la gestión hegemónica del PNV.
Al poco de cerrarse la Transición los grandes partidos fueron configurándose feudalmente, la democracia servía para los discursos, internamente cada partido era un mundo de servidumbres, clanes y tribus que se formaban en tan reaccionaria estructura. Todos los pasos ejecutados por el sanchismo responden a la peculiar forma de ver el mundo desde los hábitos de comportamiento y mentalidad obscurantista del feudalismo de partido. La estructura sin cerrar de la articulación territorial del Estado, e ideología partitocrática anegada por el comportamiento de lealtades feudales, nos arrojan a una contraTransición conservadora con ropajes de progresismo.
En esta peligrosa deriva el diálogo o negociación de Sánchez con los sediciosos carece de límite. Competencialmente ya no hay nada más que otorgar al insaciable nacionalismo, todo es nuevo, como los últimos impuestos que Urkullu ha arrebatado a la hacienda nacional como pago por acudir a Salamanca. Pero, por otro lado, nuestro presidente de Gobierno es incapaz de observar su incapacidad legal de negociar la sedición con los que ya la han ejecutado, dicen que la van a volver a ejecutar, y la proponen como punto inicial en la mesa bilateral de negociación. Frente a lo que de verdad está dispuesto a discutir Sánchez en la mesa bilateral con la Generalitat lo de Salamanca parece una guasa. No es de extrañar que Aragonés no acuda.
No sabe Sánchez que no puede negociar tan trascendente asunto porque sólo aceptándolo como punto del debate lo está incentivando, incluso legitimando políticamente la sedición por la que sus interlocutores fueron condenados. Es decir, lleva a cabo bajo el falsario señuelo del diálogo y la convivencia, calumniando a su antecesor como favorecedor de la acción separatista, la voladura más artera de todo el edificio constitucional. La mesa bilateral Gobierno- Generalitat con el tema de la autodeterminación en el orden del día es el principio del fin de lo que conocemos.
Todo ello en el marco ideológico de ese nuevo invento llamado “cogobernanza multinivel”, que, como las Cortes de Salamanca demuestran, no es para la leal colaboración Gobierno central-autonomías, sino para que unas tengan más y otras menos, siendo las constitucionalmente más díscolas las que más arranquen (hasta la independencia), avocándonos, si no echamos a Sánchez antes de que Cataluña se vaya, a un sistema confederal digno sucesor de aquel desastre del cantonalismo. Es decir, todos los gestos y ocurrencias del Gobierno se podrían reducir al invento de una gran batidora del caos.