La calle es mía

PELLO SALABURU, EL CORREO 22/04/13

· Adueñarse de la calle es algo que ha gustado de forma especial en el País Vasco. Los seguidores más perspicaces de don Manuel están en el mundo de Batasuna.

Han pasado casi cuarenta años desde que pronunciara esa frase Manuel Fraga Iribarne, reconocido franquista –fue ministro de Información y Turismo con el dictador Franco–, y que vivió casi desde su más tierna infancia y hasta su muerte con coche oficial a la puerta de su casa, tras haberse adaptado con capacidad camaleónica a los nuevos usos democráticos. Aún se permitió el lujo de darnos lecciones de convivencia. La calle era suya.

Adueñarse de la calle es algo que ha gustado de forma especial en el País Vasco. Los seguidores más perspicaces de don Manuel están en el mundo de Batasuna, que han hecho durante años santo y seña de aquella forma de actuar, aquello de pensar que en la medida que existan unas casas separadas por una carretera bordeada de comercios, es a ellos, y solo a ellos, a quienes corresponde fijar las condiciones de su uso. El último ejemplo lo hemos tenido en San Sebastián. La condena judicial a unos delincuentes de Segi, nuestra heroica juventud preocupada mucho más por el bienestar común que por su propio futuro, ha bastado para que el alcalde les ceda locales públicos y les autorice a utilizar un espacio público, transitado por miles de ciudadanos, como zona liberada y privada, para que hagan sus cosas, que todos sabemos perfectamente qué son. La calle es mía.

Desconozco a quiénes ha cedido las llaves de los locales, ni en qué condiciones, si es a un partido legalmente constituido, si es a una ONG, si es a los condenados o a sus familiares, o si es al primer ciudadano que pasaba por allí y le ha dicho al alcalde: «Oiga, me dé una copia, que quiero meter unas cosillas ahí dentro». Como parece que la oposición es un poco silente, y los socialistas encima les echan una mano con los presupuestos, el alcalde se frota las manos, con toda la razón del mundo, y actúa, con el apoyo de la Diputación, como si la calle le perteneciera. La calle es mía. ¿Se imagina alguien que el alcalde fuese del PP y pusiera ese espacio a disposición de jóvenes con la bandera española en la solapa, que vendiesen todos los días pinchos de tortilla española en zona liberada para protestar lo que los jueces hacen con Bárcenas? ¿Que los banqueros ofreciesen gratis talos para recordar que aquí no hay libertad porque están procesando a los responsables de Bankia, y se apropiasen así de un espacio común? En fin, es una barbaridad que ocurran estas cosas y se acepten, en consonancia con lo sucedido durante muchos años, como algo natural e inevitable, cuando todos sabemos que hay unos responsables que impulsan actuaciones tan irregulares, por llamarlas de forma eufemística. Actuaciones que difícilmente tienen cabida en un marco democrático, salvo que a todos nos los cedan, sin necesidad incluso de hacerlo para apoyar a delincuentes.

Es el mismo mundo que hace unos días hacía un recibimiento de honor al cadáver de una persona que ha planificado asesinatos, para escarnio de cualquier demócrata y, muy en particular, de los familiares de las víctimas, que tienen que volver a ver en la prensa y en los medios cómo es jaleado quien les ha quitado a su padre, a su hermano o a su hija. La calle es mía. En el fondo es lo mismo que decía en una de sus letras el cantante Víctor Jara, tan querido, estoy seguro, por ellos, si es que lo conocen y les suena de algo: «Yo pregunto a los presentes si no se han puesto a pensar que esta tierra es de nosotros… ¡A desalambrar, que la tierra es nuestra!». Venga, vamos a hacer lo que queramos en esta tierra, que es nuestra. La llamamos ‘Aske Gunea’, que no sé qué quiere decir en euskera, pero da lo mismo, lo importante es poner unas letras que parezcan vasco. ‘Gune askea’ es zona libre, ‘Askatasun gunea’ es zona de libertad. Pero ‘aske gunea’ suena, para entendernos, a ‘legal sistema’ o algo así, que tiene más pinta de inglés que de vasco. Haber dedicado tanto dinero a la enseñanza en euskera para que no sean capaces de poner dos palabras seguidas con un poco de orden.

Todo es nuestro, la calle, la lengua, todo, y hacemos lo que queremos en nuestras askes guneas. Todo para defender, por supuesto, los derechos de todas las personas de Euskal Herria. ¿Y el derecho de esa familia que quiere pasear con sus hijos sin necesidad de tropezarse con unos niñatos que han tomado la calle? ¿Y el de ese concejal que quiere ir a su despacho sin que le insulten los que están apoyando a delincuentes? Porque, claro, los de los askes guneas deberían saber que Víctor Jara, asesinado por los secuaces de Pinochet, continuaba un poco más allá: «Que la tierra es nuestra, tuya y de aquel, de Pedro, María, de Juan y José». Es el pequeño detalle que el alcalde olvida: que hay, además de los que se han apropiado del paseo, otros muchos Juanes y Josés, Mirenes y Ainaras, que quieren pasear en paz por los ‘Gune askea’ que deberían ser las calles de nuestras ciudades, siempre. Con tranquilidad. Libres de insultos, sin que nadie les intimide y percibiendo, en efecto, que la calle es suya. No de Fraga. Ni de los acólitos de Batasuna.

PELLO SALABURU, EL CORREO 22/04/13