EL MUNDO 04/12/15 – LUCÍA MÉNDEZ
· Recta final hacia las elecciones más abiertas y disputadas de la joven democracia española, que cumple 37 años, la edad de los nuevos políticos.
Hoy empieza la campaña electoral más disputada de la todavía joven democracia española, que cumple este mes de diciembre 37 años, una edad muy parecida a la que tienen los nuevos políticos. Hay unanimidad en considerar que las elecciones del 20-D son las más trascendentes desde aquellas primeras legislativas de 1977. El estable equilibrio bipartidista –por el cual PP y PSOE se turnaban en el Gobierno con el respaldo de los nacionalistas vascos y catalanes– se ha mantenido inalterable desde la Transición. Pero la combinación de siete años de dura crisis económica con devastadoras consecuencias sociales con el escalofrío escandaloso de la corrupción ha hecho saltar por los aires la estabilidad del sistema político español, que descansaba en dos partidos grandes, otros dos pequeños y las formaciones nacionalistas.
El desafecto hacia la clase política ha alcanzado cotas hasta ahora desconocidas. España ha cambiado en la primera legislatura de mandato de Mariano Rajoy. El día 20, cuando se cierren las urnas después de una campaña que se presenta intensa, disputada y marcada por la incertidumbre que reflejan los sondeos, será el momento de comprobar en qué medida ese cambio que se respira en la calle y en las encuestas de opinión se traslada al Parlamento e incluso al Gobierno de la Nación.
Las elecciones del 20-D están más abiertas que nunca. El 40% de españoles que aún no ha decidido a quién van a votar, según la encuesta del CIS, es un dato que explica por sí solo la trascendencia de la campaña. La experiencia de los últimos procesos electorales –europeas, andaluzas, municipales y autonómicas– indica que en el nuevo escenario político las campañas electorales tienen capacidad de alterar de forma apreciable los resultados de los partidos. Una buena estrategia electoral puede llevar al triunfo y un resbalón a la derrota.
La emoción actual de los actores políticos es directamente proporcional a la incertidumbre del resultado del 20-D. Hace cuatro años, en un día como el de hoy, la campaña electoral comenzó con la abultada victoria del PP y la severa derrota del PSOE más que cantadas por todos los sondeos.
La legislatura comenzó su sacudida en las elecciones europeas, con la irrupción inesperada de Podemos, y desde entonces no ha parado. Siguió con la sucesión en la Jefatura del Estado y el relevo en el liderazgo del PSOE, y ha acabado con la consolidación de dos nuevos partidos políticos que en sólo año y medio han logrado amenazar las sólidas posiciones de PP y PSOE. Podemos abrió camino y Ciudadanos se acabó colando por esa senda. El estupor y la sorpresa inicial del bipartidismo han dado paso al convencimiento de que ambos han venido para quedarse, al menos de momento. Así lo evidenciaron las andaluzas, las municipales y las europeas. Los partidos nuevos tienen ya alcaldes y representación institucional en los parlamentos autonómicos y ayuntamientos. El 20-D llegarán al Congreso y al Senado cambiando la faz y hasta la estética del Hemiciclo.
La campaña del cambio tiene, en efecto, características y estrategias de comunicación política que rompen con el pasado para adecuarse a los nuevos tiempos. Podemos y Ciudadanos han obligado al bipartidismo a actualizar su forma de hacer política.
La gran novedad de esta campaña son los tres candidatos que optan por primera vez a La Moncloa. Pedro Sánchez, elegido líder del PSOE hace año y medio, Pablo Iglesias, secretario general de Podemos, y Albert Rivera, presidente de Ciudadanos, disputan el trono a Mariano Rajoy, el único aspirante que sobrevive a los tiempos convulsos. El presidente del Gobierno afronta el reto de revalidar el mandato de las urnas de 2011. Si no lo consigue, pasará a la Historia como el único presidente de un solo mandato. El PP encabeza los sondeos, pero con un número de diputados insuficiente para gobernar. Por primera vez en 25 años, el voto del centro derecha se ha fracturado en España a manos de Ciudadanos, un partido que ha hecho de la regeneración su seña de identidad.
La campaña se presenta decisiva asimismo para Pedro Sánchez. El sondeo del CIS –que arroja un empate técnico con Ciudadanos– ha sido un jarro de agua fría para el comienzo de su caravana electoral. Los socialistas aparecen acosados a su izquierda por Podemos y a su derecha por el partido de Albert Rivera, formación política de nuevo cuño que desde su triunfo en las elecciones catalanas, está teniendo una progresión sorprendente, inédita en la democracia española y muy preocupante para los dos grandes partidos.
La otra gran novedad de esta campaña es la importancia que la personalidad de los candidatos está teniendo en las estrategias de los partidos. A imagen y semejanza de la política americana, el perfil humano de los aspirantes ha cobrado más espacio en los medios que los propios programas de los partidos. La televisión, en sus formatos tanto de debate como de entretenimiento, se ha convertido en el escenario privilegiado de la contienda electoral. Pablo Iglesias, Albert Rivera y Pedro Sánchez rivalizan en telegenia.
El caso de Mariano Rajoy –menos dotado para la imagen– es paradigmático. Tras una legislatura encerrado –casi literalmente– en La Moncloa y únicamente ocupado en la evolución de los datos macroeconómicos, el candidato del PP se ha puesto a hacer política a toda velocidad. Muy llamativa está siendo su gira televisiva –orillando los debates con los candidatos más jóvenes que él–, cuya parada más exitosa de audiencia fue la visita a la casa de Bertín Osborne, donde el presidente del Gobierno se mostró como simplemente Mariano. Así seguirá durante toda la campaña, visitando pueblos y ciudades pequeñas, donde el PP ha situado sus esperanzas en una victoria electoral que le otorgue una distancia suficiente del segundo partido con el fin de ganarse el derecho indiscutible a gobernar a partir del 20-D, aun quedando lejos de la mayoría absoluta.
Dos factores centrarán la campaña. La dialéctica bipartidismo antiguo-partidos nuevos y la brecha generacional que se aprecia en la distribución de los votos. El PP quiere ganar a lomos de los mayores y alrededores. Mientras que Podemos y Ciudadanos arrasan entre los jóvenes y en los grandes núcleos urbanos. En medio, el PSOE, con dificultades para identificar a su electorado.
EL MUNDO 04/12/15 – LUCÍA MÉNDEZ