Kepa Aulestia-El Correo
El PNV y el PSE afrontaron las elecciones del domingo admitiendo con naturalidad que su opción era seguir gobernando juntos. Nunca en nuestro país dos formaciones se habían presentado a una campaña electoral con la interrogante de su política de alianzas totalmente despejada. Una carta que siempre se había guardado para después de cada escrutinio. Como lo habían hecho también hasta esta ocasión jeltzales y socialistas. Al reconocer de antemano su intención ambas formaciones brindaron a sus contendientes el argumento de que en realidad era indistinto votar a Urkullu y a Mendia. Pero aunque esa boutade pudiese hacer mella al PNV y al PSE por alguno de sus flancos, mayor hubiese sido el perjuicio electoral para los socios de gobierno si en la desescalada de la pandemia a la crisis hubieran simulado dejar en el aire la estabilidad institucional.
Por esa misma razón ahora no tienen más remedio que seguir coaligados en el Gobierno vasco. La salida sugerida por Mendia de volver a un pacto de legislatura, después de gobernar cuatro años juntos, requeriría explicaciones que los socialistas no están en condiciones de darse ni a sí mismos. Mucho menos una vez que parecen haberse disipado los nubarrones de un nuevo intento soberanista por parte del PNV. Y éste solo podría estar interesado en gobernar en solitario si viera conveniente -o cuando menos posible- la alternancia a muy corto plazo en Madrid. Todo lo contrario, los jeltzales necesitan amarrar a Sánchez, no sea que éste les relegue en sus variaciones geométricas. Y también por eso necesitan que los del PSE continúen en Lakua.
Es la primera vez en los últimos cuarenta años en que el PNV ha optado durante tanto tiempo y sin ambages por coaligarse con un socio, renunciando a simultanear tal alianza con otras alternativas o de sentido distinto. Desde que apoyara la moción de censura contra Rajoy por un lado, y enfriara la ponencia de paz y convivencia e hiciera lo propio con el futuro del autogobierno por el otro, los de Sabin Etxea parecen haber inaugurado un tiempo nuevo en su trayectoria al procurar un compromiso de exclusividad con el PSOE de Sánchez y con el PSE de Mendia. Ahora que los jeltzales ya no necesitarían más, aritméticamente hablando, es también el momento en que mayor valor ha adquirido la estabilidad. Y la legislatura se va a poner demasiado cuesta arriba de puertas afuera del Parlamento como para depreciar la mayoría absoluta que suman los socialistas. A base de hacer de la necesidad virtud, también el PNV ha cambiado.