ANTONIO ROBLES, LIBERTAD DIGITAL – 27/02/15
· El vídeo del carnaval de Solsona (Lérida) donde se llama a cargarse a los españoles ha levantado ampollas en las redes sociales. Parecida reacción han tenido las declaraciones del periodista y profesor universitario Enric Vila por recomendar a Pujol «no pedir perdón» por los delitos cometidos, porque «era imposible construir un poco de poder en la situación que había sin ensuciarse las manos». Cataluña lo justifica todo; en su nombre, hasta el delito es instrumental.
Créanme, estas actitudes delictivas puede que sean solo los sarpullidos de tanta pedagogía del odio ejercida por el catalanismo. Pero no es lo peor. Aunque lo parezca.
Lo peor es la alienación asumida, consentida, hasta deseada por miles de jóvenes universitarios surgidos de hornadas de inmersión ideológica y lingüística, que se niegan a cuestionarlas porque en realidad las consideran normales.
Para apreciar la devastación de estos años de pujolismo, no se fijen tanto en los rebuznos del carnaval de Solsona o de Enric Vila, reparen en la seda de esos jóvenes aseados del derecho a decidir. Joan de Segarra nos ha dejado una joya sociológica al respecto el pasado domingo en La Vanguardia. Cuenta que, reconocido por una pareja de jóvenes mientras tomaba un whisky en la terraza del histórico café Zurich de Barcelona, entabló una conversación espontánea con ellos. Aprovecharon la ocasión para preguntarle por el origen de Òmnium Cultural. Pronto se dará cuenta de la simplificada mirada que tenían del pasado. Con sutil ironía va dejando que el lector calibre la entusiasta ignorancia de los jóvenes:
Les hablé de la Minerva y les dije que en ella figuraba una larga lista de apellidos de la burguesía catalana, de la burguesía catalana y barcelonesa, que ayudaron con sus dineros a que la lengua catalana siguiera publicándose, en ediciones de bibliófilo; y les dije que entre esos apellidos había más de uno que, a la sazón, era, se confesaba descaradamente franquista. Y la pareja se negaba a aceptarlo. «Com és posible que uns franquistes ajudessin a la nostra cultura, a la llengua catalana», me dijo la chica. «Pues muy sencillo», le dije yo: “Porque eran franquistas y catalanes. Porque entre ellos hablaban en catalán –si bien con los hijos hablaban en castellano– y cuando escuchaban “L’emigrant» se les caía una lagrimita; y no entendían, a pesar de ser franquistas, que en las iglesias el cura no pudiera pronunciar el sermón en catalán». «¿No os han contada nada de eso vuestros padres, en el colegio o en la universidad?», les dije. Pues no, al parecer no se lo habían contado. Y me insistían en que no acababan de entender cómo unos catalanes franquistas ayudasen, financiasen, la edición de libros en catalán. Santa inocencia.
Y sigue el relato de Joan de Segarra:
De la Benéfica Minerva volvimos al procés. Y ambos se me confesaron, como si yo no lo supiese, independentistas, del «morro fort», me dijeron. Y entonces yo, con una falsa sonrisa de inocencia, les pregunté: «¿Creéis que es posible una cultura catalana, una cultura catalana en catalán que no abrace la independencia?». Y ambos me dijeron que no. “¿Y una cultura catalana, de los catalanes, en catalán y castellano?”, les dije. Es así, me dijeron, porque no es la verdadera cultura catalana; “la cultura catalana és i será sempre, exclusivament, la que s’expressi en la llengua catalana, la nostra”.
El artículo se titula «Aperitivo independentista». Vale la pena leerlo entero. Aunque lo parezca, no es una anécdota especial, vivimos miles de ellas cada día en Cataluña. Los alumnos cada vez saben menos historia y abrazan más relatos interesados, casi todos simples, algunos puros esperpentos de un pasado devastado por la manipulación nacionalista.
Lo peor de esos jóvenes universitarios es que son incapaces decuestionar la verdad oficial. Lo peor de esos jóvenes es que son incapaces de concebir en un catalán lo que detestan en su imagen de un español. ¿Quiénes creen que fueron los miles de catalanes que salieron entusiasmados a recibir a las tropas franquistas cuando el 26 de enero de 1939 entraron por la Diagonal para liberar de rojos sus fábricas, sus conventos, y asegurar sus bienes y su seguridad?
Asusta tanta entrega inadvertida a la mentira deseada.
P. D: El TC ha desautorizado el 9-N, y sus impulsores, en lugar de respetar la separación de poderes, replican con el truco de las plebiscitarias. Su manera de no acatar la sentencia. Vulgares golpistas institucionales, fuente de inspiración de esos jóvenes del morro fort y la mente amodorrada.
ANTONIO ROBLES, LIBERTAD DIGITAL – 27/02/15