EL MUNDO – 12/09/15 – VÍCTOR DE LA SERNA
· Sólo en 2012, recordaba en La Vanguardia el historiador Xavier Casals, se convirtió la Diada en acto independentista. Ayer daba el salto a macromitin electoral separatista, incoherentemente centrado en la figura de un patriota español, Rafael Casanova. Y todo giró, como en la víspera comentaba la prensa, en torno a los inminentes comicios.
La ardiente sufragista Pilar Rahola exultaba, en las páginas de ese mismo diario: «Hoy es, sin duda, una de las Diadas más importantes de la historia de Catalunya, porque está a las puertas del desafío más rotundo que los catalanes hemos hecho en España desde la pérdida de nuestros derechos. Además, por primera vez, y con permiso del ministro bocazas, el Estado no puede reprimir el órdago catalán con las armas, y la necesidad de resolver por la política un conflicto político y ciudadano, los deja desconcertados. No están muy acostumbrados, porque han concebido España como un Estado de fuerza e imposición y no como un lugar de encuentro».
Carlos Herrera, en ABC, elaboraba en torno a las predicciones del sondeo del CIS: «Las cifras no engañan del todo. El 44% de una participación del 70%, por ejemplo, no llega al 35% de los votantes, que aún es menos si se cuenta al total de la población catalana, lo cual invita a pensar que esa imagen de las masas oceánicas volcadas con rabia y determinación por la independencia de Cataluña es un churrete. Pero les bastaría a su imaginario estético, lleno de relato épico, para sentirse ungidos por el pueblo». Y un editorial del mismo periódico advertía: «La trampa de Mas es jugar a dos barajas y convertir una mayoría absoluta parlamentaria –sin correlativa mayoría de votos– en un ‘sí’ plebiscitario a la independencia. El independentismo va a trabajar a fondo para generar un clima asfixiante».
También en ABC, Luis Ventoso celebraba que los promotores hayan convertido la operación separatista en el eufemismo de «el proceso»: como la gran novela de Kafka. Y en el espíritu de éste añadía, «en este 11 de septiembre, día de otra Diada de exaltación del odio al vecino, y como humilde homenaje a la civilización occidental», un «breve inventario de perplejidades»: «¿Si Mas sostiene que España ha sido un negocio ruinoso para Cataluña, ¿con qué lógica alardea ufano de que los catalanes tienen la misma renta que ingleses y franceses? ¿Cómo es que la financiación autonómica es tan lesiva para Cataluña si todas se han dibujado a su dictado? (…) El famoso Estatut fue aprobado sólo con 1,8 millones de votos a favor sobre un censo posible de 5,2 millones. El 65,4% de los catalanes mayores de edad se quedaron en casa o votaron en contra. Ese es el único ‘sentimiento’ objetivable sobre el celebérrimo ‘agravio del Estatut’».
El País publicaba un durísimo editorial con, cosa inhabitual, titular y subtítulo, que lo resumían bien: Independencia del 3%. Una Diada partidista abre un falso plebiscito que taparía la corrupción. Y también acusaba: «Será la primera ocasión en que la Diada nacional catalana –ocasión por principio para todos los ciudadanos de la comunidad– haya sido secuestrada por una heteróclita coalición partidaria de la ruptura con España (y que asegura, sólo transitoriamente, con la Unión Europea) como inicio de una campaña electoral».
En las mismas páginas, Milagros Pérez Oliva afirmaba que Artur Mas ha triunfado con su táctica plebiscitaria: «La campaña se inicia, pues, bajo el frame, el marco conceptual impuesto por los independentistas, y hay que decir que para ello han contado con la inestimable colaboración del PP. Sus últimas iniciativas y aquel ‘se acabó la broma’ de García Albiol han contribuido a una dinámica frentista que beneficia a Junts pel Sí en Cataluña y al PP en el resto de España».
Discrepaba Joaquim Coll, en El Periódico: «Lo que se plebiscita no es la independencia. Lo que se somete a la prueba del sufragio o, mejor dicho, el que se autoplebiscita el 27-S es el separatismo, que es una cosa diferente. Ha elegido el terreno de juego que más le conviene, un calendario favorable y una regla insólita con la que contarse. La Diada, con la ya habitual manifestación a la coreana de esta tarde, da el pistoletazo de salida. Pero el objetivo no es que la tensión electoral vaya in crescendo, sino que se desinfle con el macropuente de la Mercè».