EL CORREO 24/11/13
· El fin último del nacionalismo radical es moldear a su imagen y semejanza todos los aspectos de la vida social, política y económica
Los empresarios vascos que durante décadas supieron aguantar estoicamente la extorsión etarra se ven ahora impotentes ante la brutal presión que ejercen los batasunos haciendo uso de las instituciones a su alcance. El control abertzale de diputaciones, ayuntamientos y sindicatos está generando en el País Vasco un ambiente de creciente asfixia, caracterizado por la ausencia de libertades y la vulneración de derechos, que se manifiesta no solo en el ámbito educativo o social, sino también en materia económica. Un claro ejemplo de ello es la reciente marcha de la compañía alavesa Tubacex a Cantabria como consecuencia de la insufrible conflictividad sindical que imponen los nacionalistas. La empresa, uno de los grandes productores de tubos de acero inoxidable a escala mundial, abrirá su nueva fábrica en la región vecina debido a los insuperables obstáculos que se ha encontrado en el País Vasco por parte del nacionalismo más radical e intransigente, así como a la pasividad mostrada por el Gobierno del PNV. Los sindicatos abertzales están configurando un clima laboral tan rígido y anquilosado que hace muy difícil, por no decir imposible, que las empresas puedan competir en igualdad de condiciones en una economía cada vez más global. No en vano, las plantas que Tubacex mantiene en el País Vasco presentan unos costes salariales un 15 por ciento superiores a los de su fábrica en Austria, y hasta un 35 por ciento más que en la de EE.UU. Y ello a pesar de disfrutar de jornadas laborales más reducidas. Además, el objetivo de dichos sindicatos va más allá de las reivindicaciones laborales, ya que también actúan como entes políticos bajo el paraguas del nacionalismo radical, abogando por el independentismo.
Costes elevados y menores horarios de trabajo se traducen en una productividad inferior, que, combinada con la incertidumbre política y una alta conflictividad sindical, acaban configurando un cóctel muy peligroso tanto para la sostenibilidad de la industria vasca como para la estabilidad de la concertación social en la región. Cantabria, por el contrario, ofrece a los empresarios todo tipo de facilidades. No es de extrañar que la fuga de Tubacex haya disparado las alarmas en el País Vasco, puesto que de mantenerse la presión batasuna serán muchas las empresas que acaben optando por marcharse. La situación empeorará conforme el nacionalismo radical vaya haciéndose con mayores cotas de poder, ya que su fin último es moldear a su imagen y semejanza todos los aspectos de la vida social, política y económica. Un plan en el que la educación juega un papel esencial. La fuerte irrupción de la izquierda abertzale en la educación pública navarra no es casual. Uno de cada cuatro profesores que ejercen en las ikastolas navarras tiene vinculaciones con el entorno proetarra, y su intención no es otra que extender su ideario nacionalista entre la juventud de la comunidad vecina.