Juan Carlos Girauta-ABC

  • Yo sé lo que harán, y usted también. Pero ante todo moderación

Viven en el planeta millones de inútiles del negocio de ser solidarios, mientras decenas de magnates animan los parqués occidentales con un marketing similar. Me pregunto cómo puede seguir funcionando la estafa más vieja de todas. Me respondo que por algo será. La primera vez que alguien salió por peteneras en un anuncio de televisión fue creíble. Hará treinta y tantos años: «Banco de Vizcaya cree en los derechos de la mujer», y se veía una flor al final. Al extinto, o absorbido, o fusionado, o succionado Banco de Vizcaya le supuse siempre las mejores intenciones por su carácter pionero. No pocos le afearían la innovación: ¿Qué tendrá que ver el culo con las témporas? Pues tenía, tenía.

Ahora es al revés; a ver quién es el guapo que pilotando una gran empresa en el campo de la banca, la energía, la alimentación, los seguros, deja de anunciar que para buenos, y despertados (woke), y amigos del planeta, ellos. No te puedes tomar una cerveza tranquilo sin que te obliguen a extraer plásticos del agua tirando de una cuerda, caramba. De hecho, yo me paso el verano así. ¿No se lo había dicho? Ora detengo excavadoras con una danza ritual, ora me arrojo de cabeza al mar desde quince metros de altura, ora poso al atardecer con la mirada satisfecha del solidario que ve más allá del horizonte. Ve más allá del horizonte porque se habrá comido un tripi, crédulos.

Pude haber sospechado de niño, cuando los jesuitas se pusieron a llamar solidaridad a la caridad. Lo vi raro. Pero regresando al presente, y guiándonos siempre por lo intensitos que se ponen los profesionales de la rectitud, antier volvió a demostrarse que cuanto más cacarea el progrerío su Transparencia, Anticorrupción y Solidaridad, más piensa estafarte. Es un hecho. Ahí Podemos, cuyas siete capas invisibles de superioridad moral, herencia directa del 15-M, han ido averiándose una tras otra. La última es para subirse la capucha de la sudadera virtual que todo progre lleva incorporada y escapar deprisa del escrutinio público. Es para abandonar el consejo de ministros con gafas de sol y tapándose la cara con una carpeta, a lo Villarejo. No me voy a tomar el trabajo de enumerar todos los principios de regeneración que Podemos ha violado. En primer lugar porque no estoy para listas; en segundo, porque se resume en… todos. Sin sus escudos impenetrables de superioridad moral, sin los superpoderes del populismo, Podemos hará una de estas tres cosas:

Una. Pedir perdón, salir del gobierno, disolverse y volver a sus inciertos estatus de penenes extemporáneos, a dinamizar barrios, a la terapia de percusión tibetana o a lo que sea que hagan esas gentes.

Dos. Defenderse legítimamente en los tribunales, respetar la independencia judicial, forzar la dimisión de sus imputados y, en un momento de locura, honrar alguno de los principios del 15-M.

Tres. Atacar personalmente a los jueces que se ocupen de sus casos; diseñar campañas de desinformación; poner al día todas las formas imaginables de la estúpida y triste táctica conocida como «y tú más»; recrudecer, hasta la máxima crispación, su operación contra La Corona, planteando una amenaza sin precedentes al sistema. La de confundir en una misma maraña la corrupción y el golpismo separatistas (que llamarán aspiraciones nacionales catalanas), el acoso a Felipe VI (que llamarán responsabilidades de Juan Carlos I) y las revelaciones sucesivas sobre su propia financiación y gestión (que llamarán golpe de la extrema derecha contra el gobierno de progreso). Yo sé lo que harán, y usted también. Pero ante todo moderación, mucha moderación.