Ignacio Camacho-ABC

  • Sánchez es un apóstol cívico incomprendido en su sacrificio patriótico de guiar a Bildu por el buen camino

Como remordimientos no sienten habrá que colegir que se trata de falta de vergüenza. Primero dijeron -«si quiere se lo repito cinco veces, o veinte»- que jamás pactarían con los herederos de ETA, y ahora que lo han hecho lo niegan porque son incapaces de sostener un argumento consistente de autodefensa y porque han percibido que el asunto ha abierto una seria brecha interna. A estas alturas ya mienten por mero reflejo, sin esperar que nadie les crea, ni siquiera la tropa de hooligans que los sigue y seguirá apoyando por no dar la razón a la derecha. En realidad tampoco les importa; es sólo una manera de soltar lastre hasta que pase la tormenta. Y han delegado el encargo

en Ábalos, el displicente ministro de lengua de madera que dio siete versiones, siete, sobre el aterrizaje de Delcy y sus maletas. No tienen ni sombra de mala conciencia.

De lo que andan sobrados es de cinismo. El que hace falta para convertir el indulto moral a Bildu en una especie de sacrificio. Con tal de salvar a España se han aliado con quienes quieren liquidarla: puro patriotismo incomprendido. Un ejercicio apostólico para «integrar a los diferentes» (sic) y convertirlos a la verdadera fe del compromiso cívico. Cómo no habríamos caído antes en que se trataba de un gesto de genuino idealismo. Lástima que los tardoetarras no hayan mostrado esa actitud de arrepentimiento paulino y sigan prometiendo tumbar el régimen y demás propósitos constructivos propios de su reputada limpieza de espíritu. Pero por intentarlo no va a quedar. Sánchez es un evangelista político dispuesto a cualquier esfuerzo para catequizar enemigos y devolverlos al buen camino.

Como será difícil vender tanto altruismo, que ya se sabe la naturaleza desconfiada del pueblo, el siguiente movimiento puede consistir en disimular el acuerdo y alejar al nuevo socio de la votación final de los Presupuestos. El favor decisivo, el que de veras preocupaba al Gobierno, que consistía salvar las enmiendas a la totalidad literalmente a cualquier precio, ya está hecho, y consumada la contrapartida inicial del acercamiento de presos. Ahora toca escenificar discrepancias y evitar gestos que propicien la sensación de contubernio. Manejar los tiempos y confiar al «arte de lo que no se ve» (palabras de Iglesias) el desarrollo de las cláusulas que permanecen en secreto. Y si es posible, controlar un poco a Zapatero, que anda empeñado en reivindicarse como precursor de tan feliz encuentro estratégico.

Hay que cambiar la consigna. Rebajar la euforia, ordenar cautela y asumir el error inicial de haber presumido de mayoría progresista. De puertas adentro ya han reprendido a las voces críticas; Page ha matizado la suya y a Vara le cayó ayer una bronca (del mismísimo Sánchez) en la Ejecutiva. Cierre de filas. Más complicado va a ser revestir de filantropía una operación de tan flagrante obscenidad ética y política.