Luis Ventoso-ABC

  • El apoyo popular a la coalición gobernante no ampara este rodillo

Los mercados y la esperanza colectiva vuelven a sonreír. Por segunda vez en seis días se anuncia una vacuna solvente. No ha sido un logro de la planificación estatal. Tampoco de esa ciencia funcionarial de tanta queja como magros resultados. Se trata de nuevo de un éxito de la iniciativa privada occidental, una lección a los totalitarismos chino y ruso, que venían alardeando de ser más eficaces que nuestras democracias liberales. Moderna es una biotecnológica fundada en 2010 en Massachusetts. La semana pasada el triunfo fue de un consorcio entre la alemana BioNTech y la multinacional estadounidense Pfizer.

Con estas alentadoras vacunas, y las que pronto vendrán, el mundo estará recobrando su pulso ordinario en primavera. La conmoción del Covid

comenzará a quedar atrás. Sin embargo, España continuará siendo un país en crisis abierta, porque al enorme revés económico hay que añadirle aquí una carcoma política específica: nos gobierna una mayoría que cuestiona el modelo constitucional y que en el caso de alguno de sus socios incluso aboga por liquidar la unidad del país.

El Gobierno de Sánchez e Iglesias es legítimo, toda vez que es acorde a las normas parlamentarias para constituir una mayoría. Pero carece de respaldo popular necesario para acometer un vuelco del statu quo como el que impulsa Sánchez, que empieza a parecerse demasiado a una reforma constitucional encubierta. Además de su homologación de la mentira, lo peor que ha traído el sanchismo es su entraña divisiva, levantando un muro entre españolas buenos (los «progresistas») y malos (todos los demás, tildados de «ultras»). Repitiendo el error sectario de Zapatero, se pretende gobernar contra la mitad de la población. Incluso encabronándola con decisiones tan hirientes como el pasteleo con los postetarras o una reforma a capón de la educación, que excluya a millones de españoles que libremente prefieren la concertada y la formación en castellano.

La mayoría «Frankenstein 2» carece del respaldo popular que requeriría un «cambio de régimen», como ya lo denominan Bildu e Iglesias. Vivimos bajo una impostura. Sánchez, con todo su márketing ególatra, es nuestro presidente menos votado. La coalición de Gobierno PSOE-Podemos está avalada por las papeletas de 9,9 millones de españoles. Muy bien. Pero es que PP, Cs y Vox suman 10,2 millones de sufragios. ERC, el partido del golpe sedicioso, decide con solo 896.000 votos cómo tiene que ser el modelo lingüístico en España, sin que se tenga en cuenta para nada a los votantes del PP (5 millones), Vox (3,6 millones) o Ciudadanos (1,6 millones). Bildu, con solo 276.000 votos, dicta la política penitenciara con los terroristas.

Imposible construir el futuro de España contra la mitad de los españoles. Por eso este experimento pinchará, salvo que se acabe imponiendo por la vía de ir coartando las libertades… Y hasta Cebrián denuncia ya en el diario prosocialista «las derivas antidemocráticas» del Gobierno del PSOE.