La hora de la verdad

JOSÉ MARÍA CARRASCAL, ABC – 15/06/15

· Ahora hay que llevar a la práctica lo prometido, sin que ninguno de los nuevos dirigentes haya dicho lo más obvio: ¿cómo van a pagarlo?.

Empieza la auténtica partida. Para todos, los perdedores y los vencedores. El PP ha perdido un montón de poder en todas partes; el PSOE, un montón de influencia, a manos precisamente de quienes le disputan el liderato de la izquierda, lo que, de continuar, le conduciría a la irrelevancia, como ha ocurrido a los socialistas griegos e italianos, mientras los vencedores, unas variopintas coaliciones en torno a Podemos, comienzan sus mandatos capitaneadas por personajes populares que se proclaman «servidores de los ciudadanos» y toman medidas tan llamativas como bajarse los sueldos, prescindir de coches oficiales, abrir comedores infantiles en barrios desfavorecidos, cancelar las cuentas municipales en bancos que practiquen los desahucios y otras decisiones que suenan a música celestial en oídos que sólo escuchaban noticias de sobornos, latrocinios y meter la mano impunemente en las arcas públicas.

Pero ahora hay que llevar a la práctica todo ello, sin que ninguno de los nuevos dirigentes haya dicho lo más obvio: ¿cómo van a pagarlo? Porque las arcas municipales están llenas… de deudas, y rebajar el sueldo a los alcaldes más hacerles desplazarse en metro, autobús o bicicleta puede ser muy sano, pero no llega ni para empezar a solucionar los problemas de las ciudades y comunidades españolas. Por lo menos, tendrían que podar la enorme burocracia acumulada en ellas. Pero lo que quieren hacer es justo lo contrario: reforzar la «función pública», desprivatizar lo privatizado, que, además, es lo que les piden sus votantes, que les coloquen. Pues el «¿qué hay de lo mío?» no se reduce a los viejos partidos. Incluye también a los nuevos.

Se viene llamando a estas nuevas formaciones «populistas». Otro triunfo dialéctico de la izquierda, porque se trata de la más vieja demagogia: ofrecer soluciones fáciles a problemas complejos. Como eso es imposible, la izquierda, una vez en el poder, no tiene otra salida que echar mano de soluciones drásticas. Ocurrió en la URSS y está ocurriendo en la Venezuela de Chávez, curiosamente aconsejada por los vencedores de las últimas elecciones. Vamos a ver qué hacen aquí, pues del dicho al hecho hay un gran trecho y si la democracia es la menos mala forma de gobierno, gobernar significa tomar la menos mala de las soluciones, al no haber soluciones ideales, y si alguien lo duda, que se lo pregunte al amigo de Iglesias, Alexis Tsipras.

En este sentido, las últimas elecciones han sido clarificadoras. Hasta ahora, los vencedores han hecho sus propuestas en platós de televisión o en mítines. En adelante, deberán hacerlas en los despachos. Tienen que cuadrar cuentas, atraer inversores extranjeros, recuperar la confianza nacional, coordinar intereses encontrados como son los públicos y los privados. Teniendo en cuenta que ni los inversores, ni los bancos, ni los colectivos que les han votado son obras de caridad. Y que la historia muestra que en cada demagogo hay un dictador en potencia. Pero los hemos elegido, por acción u omisión.

JOSÉ MARÍA CARRASCAL, ABC – 15/06/15