Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo
Si eliminamos el tercer trimestre y saltamos directamente a Navidad nos ahorramos disgustos y frustraciones…
La idea es extraordinaria. Yo diría que genial. Me refiero a la que ha tenido el alcalde de Vigo, el exministro Abel Caballero de adelantar al mes de agosto la instalación en su ciudad de las luces de navidades. Creo que no las va a encender todavía, pero ya las ha puesto. Para él, las luces navideñas son como el Taj Mahal para los indios, un activo turístico y las presenta como un antídoto a las angustias actuales. En efecto, todo el mundo teme que la vuelta del verano será terrible en materia económica. Así que, si eliminamos el tercer trimestre y saltamos directamente a la navidades, pues eso que nos ahorramos en disgustos y frustraciones.
Va a ser duro, ya lo verá. Esta semana hemos recibido tres noticias y las tres malas, claro. La primera es que el fuego cruzado de una menor actividad y unas mayores emisiones de deuda para apagar los fuegos desatados por la pandemia han empujado a la deuda pública a un nuevo récord -1,29 billones de euros-, y a un empeoramiento sustancial de su ratio con el PIB que ya será difícil que se quede en el 115% que eran las estimaciones realizadas durante el ¿primer? confinamiento.
Hace unos pocos meses esa misma noticia nos hubiera espantado, pero hoy no importa nada y, por lo tanto, nadie le hace caso. Sin embargo no deberíamos relajarnos porque una cosa es que las instituciones financieras europeas encargadas de velar por la ortodoxia presupuestaria hayan concedido una moratoria de dos años y otra, que el océano de dinero que esperamos recibir de ellas y que tanto necesitamos nos llegue sin la elaboración previa de un plan de corrector de tan enorme desequilibrio. Sin él no habrá ayudas y para, establecerlo, es necesario un gran consenso político que elabore un programa que ponga el foco en las causas profundas de nuestra escasa actividad y bajo empleo, más que sobre sus dolorosas consecuencias. Es decir, que reconozca la evidencia de que es mejor para todos, y en especial para el destinatario, crear un puesto de trabajo que dar una prestación por desempleo. La prestación es obligada cuando no exista trabajo, pero, precisamente por eso, el foco debe ponerse en la creación de empleo. Algo que no hoy no se hace.
El Banco de España advierte de que un 25% de las empresas se encuentra en quiebra técnica
La segunda noticia está relacionada con las pensiones. Tras constatar que, de media, cada pensionista recibe 1,74 euros de prestación, por cada euro de cotización, el Banco de España advierte de los peligros que se ciernen sobre la viabilidad del sistema. Algo sabido, que cada día se agrava al no ponérsele remedio. El tamaño del colectivo afectado -más de 9 millones de personas-, y el hecho de que todas las soluciones sean necesarias, pero perjudiciales para cada individuo -retraso de la edad de jubilación, cómputo de la pensiones sobre la base de toda la vida laboral, etc.-, hace que ningún partido esté dispuesto a tomarlas sin el apoyo de los demás. El Pacto de Toledo pretendía retirar la cuestión de la arena política, pero no se ha avanzado nada, ni parece probable que lo haga en el escenario actual.
La tercera noticia es nueva y peor. El mismo Banco de España considera que un 25% de las empresas españolas se encuentra en situación de quiebra técnica. Apabullante. Una quiebra que de momento es silente gracias a los cambios operados en la legislación, que permiten demorar la presentación de los expedientes concursales y al suministro ingente de liquidez. Pero, volvemos a olvidar que la liquidez alivia pero no cura. Los créditos aumentan el endeudamiento y terminan en la quiebra de quien los recibe si no se devuelven. Es la actividad y solo la actividad la que puede darnos esperanzas de una próxima vuelta a la normalidad económica. Por esa razón, si desea conocer cómo va a evolucionar la economía del próximo futuro, vigile la evolución del confinamiento sanitario en el presente. O haga como Abel Caballero y compre turrón.