ANTONIO RIVERA-EL CORREO

 
No está demostrado en cualquier tipo de lucha que el que da primero dé dos veces; en política sí. La iniciativa es esencial en ese desempeño: marca el terreno y las reglas de juego. Tomar posición es un ejercicio determinante en política: lo de menos es si la que se toma es acertada o no; tiempo habrá para rectificar. El recuerdo en política es corto y evanescente. Hoy hablamos de lo que pasó el martes obviando -aunque soportados en- lo que pasó el domingo. La pantalla, que dicen los del ‘procés’ catalán, ya es otra.

La iniciativa descoloca a todos y acomoda el tablero a las necesidades e intenciones de quien lo mueve. Hasta que se consiga cambiar el argumento dominante, lo que prima ahora es hacer un gobierno. Quien se oponga a ello tendrá que dar muchas explicaciones, nada contra corriente. La mayoría minoritaria izquierdista ve que ahora es posible lo que no lo fue en mejores condiciones antes. Las derechas minoritarias manifiestan una posición de bloqueo que les deslegitima ante un cierto «sentido común». No tienen capacidad alternativa y, por tanto, su rechazo radical les aparta del juego.

En todo caso, ¿es esta, seguro, la única partida de Sánchez? La foto adjunta al abrazo resultaba turbadora: todos los jefes de las facciones de Podemos -hasta el de Equo, ahora sin bases-, lo que venía a recordar la saliva que habrá que gastar a cada paso, junto a los peones imprescindibles socialistas -Adriana Lastra y Rafael Simancas-, acompañados por Iván Redondo. Los más viejos del lugar no recuerdan semejante ascensión a los cielos de un asesor, ostentando en el acto más poder que la ejecutiva del partido. Se ha dicho ya: la novedad del pluripartidismo en España se ha acompañado de una verticalidad extrema de sus partidos, hasta sintetizarse en el líder correspondiente y sus allegados no orgánicos. Mala cosa.

Lo que quiere decir que lo determinante no va a ser lo que vaya a hacer en el inmediato futuro el PSOE, sino lo que haga Pedro Sánchez, referencia que dará cuenta de cómo va la partida, si continúa al frente o si desaparece de ella. Dicho en claro: el movimiento ha sido brillante. En primera instancia se da una oportunidad a la coalición izquierdista. Para hacerla realidad, todas las piezas territoriales díscolas se tienen que someter a una cierta autoridad y criterio. Puede que salga bien porque el desgaste de los rebeldes será mucho. Pero puede también que no salga o que no sirva para el tiempo de una legislatura; si me apuran, ni siquiera para superar la investidura y llegar al primer Presupuesto, donde se necesita mejor suma. Si pasa eso -el que da primero da dos veces-, Sánchez tendrá una segunda oportunidad: puede hacer algún enjuague con las derechas menos montaraces a partir del fracaso de la primera iniciativa por terquedad de los irredentos separatistas.

En los dos casos estará él al frente, pero sus partidarios principales -los miembros de su partido- deberían preguntarse hasta qué punto esa trayectoria les puede laminar como alternativa de una organización y de un consistente cuerpo de ideas.