ABC 02/01/16
EDITORIAL
· Es hora de afrontar el terror islamista de forma coherente y sólida. Proclamando orgullosamente que nunca nos doblegarán y manteniendo en los hechos esa determinación de seguir siendo lo que somos, una sociedad libre y abierta
LA amenaza terrorista ha perturbado por primera vez la tranquilidad de los ciudadanos en algunas capitales europeas durante un periodo tan significativo como las festividades de la Navidad y el Fin de Año. Y salvo contadas excepciones hay que constatar que los terroristas han logrado uno de sus objetivos esenciales: condicionar la vida de millones de personas, si bien en la mayoría de los casos esa precaución ha sido compatible con la celebración. Es cierto que los responsables policiales y políticos tienen la convicción de que han sido estas medidas de seguridad las que han impedido los atentados, si bien se hace inevitable una reflexión sobre si esta es la reacción adecuada ante una amenaza que es real pero mucho más difusa de lo que quisiéramos pensar.
Por ahora, hay que decir que la traslación generalizada a la doctrina de seguridad del principio de precaución puede convertirse en un fenómeno contraproducente que proporciona a los terroristas la certeza de que acabarán logrando sus objetivos sin necesidad de cometer ningún atentado. Pueden aterrorizar a la sociedad gracias al efecto amplificador de nuestra reacción preventiva ante la sospecha de una amenaza. Para los ciudadanos de las capitales donde las festividades se han suspendido o se han celebrado bajo medidas de seguridad excepcionales, el precio de la aparente tranquilidad ha sido el primer escalón de la sumisión ante el chantaje del terror. Puesto que existen terroristas y sabemos que están dispuestos a atacarnos, hasta ahora solo hemos sido capaces de defendernos.
Dando prioridad a la doctrina preventiva se corre el riesgo de que las medidas excepcionales se conviertan poco a poco en ordinarias y que los límites de nuestra libertad individual se estrechen en aras de una visión de la seguridad que nos encierra paulatinamente. Lo cierto es que ante situaciones excepcionales se deben establecer medidas excepcionales, pero solo como primer estadio, pues a largo plazo el atrincherarse no es una solución, sino un pase provisional al sosiego.
Ya es hora de afrontar el terrorismo islamista de forma coherente y sólida. Primero, proclamando orgullosamente que pase lo que pase nunca lograrán doblegarnos; y después, manteniendo en los hechos esa determinación de seguir siendo lo que somos, una sociedad libre y abierta. El mal existe –ha existido siempre– y no hay medida preventiva que pueda evitarlo. El trabajo de las fuerzas de seguridad es esencial, pero también lo es la defensa activa de los principios que los criminales se empeñan en destruir. Combatir con todos los medios a Daesh y al resto de las franquicias asesinas del yihadismo es la única manera de acabar con el problema.