Ignacio Camacho-ABC

  • El referéndum ‘consultivo’ es un artefacto táctico diseñado en Moncloa como última baza para salvar el mandato

La rapidez con que el Gobierno ha descartado su propia idea de modificar la Constitución -tras una indiscreción de Iván Redondo en la semana de las indiscreciones comprometedoras- no ha logrado impedir que durante unos días quedase al descubierto, visto y no visto, el artefacto político diseñado en un laboratorio de La Moncloa. El movimiento retráctil vuelve sospechosa la banalidad con que se ha planteado la maniobra. Cuando el presidente crea una secretaría del partido encargada de la reforma y pone al frente a su hombre de confianza, Bolaños, es porque hay un proyecto cocinándose en la sombra. Y aunque luego saliese la ministra portavoz a decir que se trataba de un mero globo sonda, desinflado por falta de consenso, conviene tomar nota. Ni este tipo de cosas se sueltan a título de broma ni Sánchez es aficionado a la elucubración teórica.

Se sabe por Redondo, el valido repudiado, que el plan se basaba en un memorando llamado ‘Objetivo 35 por ciento’. El título ya da una idea de la intención exclusivamente electoral del boceto, que proponía, o propone, convocar un referéndum con carácter previo. Es decir, una liebre, un marco de campaña para desviar el debate sobre la gestión de Sánchez montando una consulta que contaría con el apoyo de los nacionalismos diversos y de los separatistas catalanes. Una triquiñuela con la que la coalición gubernamental podría llegar a las próximas generales abanderando una iniciativa que le evitase afrontar su manifiesto desgaste. Y de paso una encerrona para arrastrar a la derecha a una polémica artificial con suficiente fuerza y capacidad de desestabilizar su ventaja en las encuestas. Si el factor de decisión de voto en 2023 es la economía, la catarsis pendiente de la pandemia o el veredicto sobre la alianza de izquierdas, el sanchismo tendrá poca defensa. En cambio si es un proceso constituyente cabría alguna posibilidad de dar la vuelta a la actual tendencia.

Obsérvese que el asunto está planteado desde su mismo nombre bajo la única perspectiva del cálculo táctico. Que nada menos que la base jurídica del Estado, su arquitectura institucional, queda supeditada a la aspiración de renovar el mandato de un Ejecutivo prematuramente achicharrado. Ésa es la base del documento que ahora tiene en sus manos Bolaños, pendiente de la decisión del jefe para darle curso o archivarlo. Sánchez sabe que sin el PP cualquier intento de reformar la Carta Magna es inviable, pero no se trata de eso sino de alterar el rumbo de unos acontecimientos que le conducen a una derrota sin remedio. Y si ve su continuidad en riesgo será difícil que resista la tentación de abrir la caja de los truenos para salir del aprieto. Tiene los aliados, el atrevimiento y los recursos propagandísticos para lanzarse a un salto al vacío. Y nunca ha ofrecido el menor indicio de que la estabilidad del sistema le importe lo más mínimo.