Victoria Prego, EL MUNDO 19/12/12
Artur Mas será investido presidente pero el camino al calvario que él inició por propia voluntad el 25 de noviembre no sólo no se acaba aquí sino que es precisamente aquí donde empieza su tramo más empinado y ya veremos si, además, intransitable.
El hecho de que lo único que se haya acordado en firme sea un compromiso indeterminado de celebrar un referéndum imposible en el caso de que ambos partidos estén de acuerdo en que se dan unas condiciones favorables que nunca se van a dar, da una idea del grado de debilidad política de Convergència i Unió.
Pero a esa exhibición, desde luego involuntaria, de debilidad hay que sumar el anuncio, también de ayer, de someterse a la exigencia de ERC de colocar a bancos y cajas un nuevo impuesto sobre los depósitos bancarios. Un impuesto que CiU nunca quiso y que el Gobierno rechaza de plano pero que los de Oriol Junqueras reclamaban y que, todo hay que decirlo, encaja como un guante en la estrategia nacionalista de torear por donde se pueda a la Administración central.
En la sesión de investidura, ambas formaciones intentarán, y puede que consigan, disimular la enorme fragilidad con la que Mas acomete esta nueva legislatura. Y eso será posible porque Junqueras no es un político tan tosco como Carod-Rovira, aquél que exhibió públicamente una llave para que todo el mundo entendiera que en su mano estaba el control sobre el Gobierno tripartito de Maragall.
Pero es que lo que queda pendiente de cerrar, se dijo ayer, son cuestiones relativas a los presupuestos. Es decir, a la gobernación y a la vida de los ciudadanos. Casi nada. Y la llave la tiene Junqueras, aunque no la enseñe.
De modo que, con unas cuentas en estado catatónico; un enfrentamiento buscado con el Gobierno del que depende para recibir las ayudas económicas que le permitan pagar las nóminas; un presupuesto al que los independentistas le pueden dar un meneo cuando quieran, y unas sombras negrísimas de sospechas sobre las actividades presuntamente intolerables, por delictivas, de la cúpula convergente y de la familia que es su símbolo y su encarnación, Artur Mas se dispone a tomar posesión de su cargo.
Pero cada día que pase se hará más evidente que Cataluña está siendo gobernada, o conducida, o más bien empujada a trompicones, por las veredas que marque un líder político que se sienta en los escaños de la oposición y que intentará aplicar un modelo económico que es incompatible con el de su socio. Y de hacerlo, además, por persona interpuesta sin asumir el desgaste de la responsabilidad de gobernar. Es un escenario muy destructivo. Y extraordinariamente peligroso para los ciudadanos catalanes, que van a ser las grandes víctimas de este experimento contra natura, unido tan sólo por el horizonte de una independencia que ellos saben que llevaría al enfrentamiento político, a la crisis institucional y al aislamiento internacional.
Hace bien Rajoy ofreciendo una actitud constructiva hacia el gobierno que salga de este enjuague. Pero lo que no se ve con claridad es qué se puede construir con estos mimbres que Mas y Junqueras acaban de trenzar.
Victoria Prego, EL MUNDO 19/12/12