EDURNE URIARTE, ABC 12/02/13
· España necesita medidas para combatir la corrupción. Pero no esta explosión de propuestas populistas que nos invaden.
La ministra plagiaria es alemana y, sin embargo, un buen síntoma de algunos problemas de la cultura política democrática de nosotros, los españoles. Porque un país que elogia a una plagiaria y la utiliza como ejemplo de coherencia política tiene que hacérselo mirar. Pues eso es lo ocurrido con la dimisión de Annette Shavan, ministra de Educación de Angela Merkel, que ha suscitado numerosos elogios entre nosotros y, aún peor, ha sido valorada como ejemplo de lo que se debería hacer en la política española. Cuando se trata de una ministra obligada a dimitir nada menos que por el mayor delito de la creación intelectual, el plagio. Y para obtener el título de Doctor, y no precisamente un pequeño artículo en una revista minoritaria. Con el agravante de la mentira sostenida, pues aún hoy insiste en su inocencia, a pesar de haber sido pillada con las manos en la masa, en forma de páginas y páginas ajenas apropiadas por la ministra. Con el agravante de la hipocresía en su indignación anterior con otro ministro plagiario también defenestrado, Karl Theodor zu Guttenberg. Y con la guinda del cinismo con eso de que primero es el país, después, el partido, y después, ella misma, como si una plagiaria merecedora del menosprecio público estuviera en condiciones de presumir de sacrificios por la patria. Y, por si faltara algo, con las lamentables palabras de aliento y admiración de Angela Merkel el día de su marcha.
Si lo anterior es un ejemplo de cultura política digna de imitación, es que los españoles tenemos un problema. Y no sólo con el menosprecio hacia la creación y propiedad intelectual, que es obvio, sino con los modelos de cultura política democrática. Y lo tenemos en dos vertientes. La de las falsas comparaciones y la de las alternativas populistas, dos errores que desenfocan gravemente las propuestas de regeneración democrática.
Entre las falsas comparaciones, la peor es la que presupone una crisis de la imagen de los políticos propia exclusivamente de España, cuando se trata de un problema generalizado de todas las democracias. Hace años que los políticos llevan suspendiendo en las valoraciones ciudadanas de todas las democracias y situándose, además, en el último lugar de todas las instituciones públicas y privadas. Esto no aminora el problema, pero sí clarifica que no se trata de una crisis particular del sistema político español.
Y aún son peores algunas de las propuestas populistas para la regeneración democrática. ¿Impedir las donaciones de las empresas a los partidos? Cuando el problema es precisamente la rigidez del sistema de financiación. ¿Listas abiertas? Cuando las del Senado no han dado solución alternativa alguna. ¿Mayor proporcionalidad del sistema electoral? Cuando eso llevaría, entre otras cosas, a la cuasi desaparición de la representación de algunas provincias. ¿Obligar a la democracia directa en los partidos? Cuando eso invalidaría la democracia indirecta propia del mismísimo sistema democrático.
España necesita nuevas medidas para combatir la corrupción. Pero no precisamente esta explosión de propuestas populistas que nos invaden últimamente. A no ser, claro está, que queramos dejar el país en manos de minorías radicales, o de oportunistas, o de vendedores de crecepelos.
EDURNE URIARTE, ABC 12/02/13