La nación discutida y discutible

LIBERTAD DIGITAL  07/10/15
EMILIO CAMPANY

Cree la izquierda que el problema de que la mitad de los catalanes no quieran ser españoles se puede resolver por medio de una reforma constitucional. Sin embargo, los independentistas no condicionan su voluntad a ninguna reforma. De hecho, España no es sólo su Constitución. Es también un montón de cosas que, aunque quisiéramos, no podríamos cambiar. Y es a esa España, con su historia, sus tradiciones, sus virtudes y defectos, a la que no quieren pertenecer los independentistas. Según parece, el bálsamo que los apaciguaría sería reconocer constitucionalmente que Cataluña es una nación. Sin embargo, para que la nación catalana cupiera en la Constitución española, España tendría que convertirse en una confederación que uniera a Cataluña con el resto, que a ver cómo lo llamábamos, o en la que se confederaran varias naciones.

Preguntado Pedro Sánchez por la cuestión, se ha apropiado de la idea de Zapatero de que la nación es un concepto discutido y discutible. Alega el actual secretario general del PSOE que la Real Academia da a la voz nación diversos significados. Con ello parece querer decir que se podría reformar la Constitución para que dijera que Cataluña es una nación, en un sentido, y que España, incluida Cataluña, lo es en otro. Así, por ejemplo, España sería el «conjunto de los habitantes de un país regido por el mismo gobierno» pero no el «conjunto de personas de un mismo origen y que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una tradición común». Esto último es lo que sería Cataluña. Aparte el hecho de que los independentistas no lo aceptarían y dirían que Cataluña es las dos cosas, no sé cómo iba Pedro Sánchez a explicar la diferencia en la Constitución como no fuera recurriendo a esa tontería de que España es una nación de naciones. Y digo que es una tontería porque una nación de naciones, o no es una nación, o no son naciones las partes que la componen. A la unión de diversas naciones que se juntan para formar un Estado se le llama confederación. Y así, para que la mitad de los catalanes se dieran el capricho de tener una nación distinta de la española, los demás tendríamos que dejar de pertenecer a la española para serlo del resto, se llamara como se llamara, o de la gallega, la cántabra o la murciana.

Y luego, encima, a partir de que Cataluña fuera constitucionalmente una nación, su pueblo sería un sujeto de soberanía que ha decidido libremente unirse a la confederación española. Y no sólo él, sino todos los que fueran reconocidos como nación. Todos podrían entonces, igual que decidieron unirse, separarse. Para que esto sea así, no hace falta que la Constitución lo reconozca expresamente porque está implícito en el hecho de ser una nación. De forma que al final, la mayoría estaríamos renunciando a la nación a la que pertenecemos para evitar algo que de todas formas ocurrirá cuando los independentistas lo quieran. ¿Tiene todo esto algún sentido? Al parecer, para Pedro Sánchez y la izquierda, sí.