GAIZKA FERNÁNDEZ SOLDEVILLA-EL CORREO

  • Colectivos neonazis y neofalangistas usan las redes sociales para divulgar su discurso de odio, un caldo de cultivo en el que puede germinar la violencia

El terrorismo de extrema derecha golpeó brutalmente Occidente durante los años de plomo, las décadas de 1970 y 1980. Basten dos ejemplos. En Italia los neofascistas asesinaron a 178 personas entre 1969 y 1984. De ellas, 85 fallecieron en el atentado indiscriminado de la estación de Bolonia. En España los terroristas de índole ultraderechista o parapolicial causaron 91 víctimas mortales entre 1975 y 1989.

Con excepciones como EE UU o Alemania, las operaciones policiales lograron neutralizar el terrorismo de extrema derecha, que cayó en un relativo olvido. No obstante, en el siglo XXI ha rebrotado con fuerza. El comienzo de esta ola puede datarse en junio de 2011 en Oslo y la isla de Utøya, donde un neonazi noruego acabó con la vida de 77 personas e hirió a más de 300. Al margen de dicho país, el Libro blanco y negro del terrorismo en Europa indica que hubo 28 asesinatos ultraderechistas en el territorio de la UE y de Gran Bretaña desde 2000 a 2020. Ese último año el pistolero Tobias Rathjen dejó a su paso diez víctimas mortales en Hanau (Alemania). De acuerdo con Rogelio Castro, del Observatorio Internacional de Estudios sobre Terrorismo, a lo largo de 2021 terroristas supremacistas blancos y de índole incel (célibe involuntario) han acabado con 27 vidas: 18 en EE UU, 5 en Gran Bretaña y 4 en Canadá. Esos son los principales focos junto a los países escandinavos, Alemania y Nueva Zelanda.

Según un reciente informe que Juan Avilés y José Luis Rodríguez han elaborado para el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, el rasgo más característico del nuevo terrorismo ultra es que los criminales ya no pertenecen a grupos organizados, sino que son actores solitarios que se relacionan con otros fanáticos a través de internet. Este es el hábitat en el que se radicalizan mediante propaganda, mensajes de odio y teorías de la conspiración como las de QAnon, el «gran reemplazo» y ahora las derivadas de la pandemia de Covid-19.

En España no se han perpetrado atentados ultras como los de Noruega o Alemania, pero padecemos otras formas de violencia asociadas a este sector político. Gracias al portal crimenesdeodio.info, sabemos que entre 1990 y 2020 se cometieron 25 asesinatos y 22 homicidios en nuestro país por motivos como racismo, xenofobia, aporofobia, odio ideológico, homofobia, violencia ultra en el fútbol, transfobia… La absoluta mayoría de las muertes fueron obra de individuos o grupúsculos informales que actuaban de manera más o menos espontánea, pero la inspiración política de bastantes de las agresiones es evidente. (Nota bene: crimenesdeodio.info no contabiliza los delitos de este tipo cometidos por la extrema izquierda ni el nacionalismo radical periférico).

Si algo nos ha enseñado la historia reciente es que ‘Spain is not different’: los fenómenos que cobran un protagonismo trágico en otras partes del mundo occidental a menudo acaban contagiándose a nuestro país. Por eso, que en las últimas décadas el terrorismo ultra no se haya manifestado de modo letal no significa que no lo vaya a hacer en el futuro.

Hay indicios que deberían preocuparnos. Si bien por el momento solo son responsables de actos de violencia esporádicos, ciertos colectivos neonazis y neofalangistas cuentan con presencia en algunas ciudades del país. Organizan homenajes a sus ‘caídos’, manifestaciones, incidentes callejeros e incluso iniciativas solidarias ‘solo para españoles’. Además, utilizan las redes sociales para divulgar su discurso del odio y sus teorías de la conspiración. Odres nuevos para vino muy viejo. Quizá se han modernizado superficialmente, pero el fondo permanece. Aunque lo diga una joven de la Generación Z, «el judío es el culpable» significa lo mismo que en los años 30. Tal es el caldo de cultivo en el que puede germinar la violencia ultra.

Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado monitorizan a los individuos y grupos potencialmente violentos para neutralizar cualquier posible plan para cometer atentados. En lo que llevamos de 2022 ya han sido arrestados una decena de neonazis. No obstante, también es imprescindible trabajar en prevención de la radicalización. Por un lado, es necesario implementar medidas en el ámbito educativo, como las herramientas digitales y las unidades didácticas que han elaborado el Centro Memorial y otras instituciones. Por otro, merece la pena impulsar programas de desradicalización de los violentos. Por último, respetando la libertad de expresión, hay que tratar de frenar en internet la difusión de mensajes de odio, conspiranoicos, antidemocráticos, ultranacionalistas, racistas, xenófobos, supremacistas, negacionistas del Holocausto, homófobos…

El problema nos incumbe a todos. La solución, también.