José Luis Zubizarreta, DIARIO VASCO, 25/9/11
El comunicado de los presos se completaría con la declaración del final definitivo de ETA
El de quedarse corto o el de pasarse son los riesgos alternativos que se corren cuando se quiere calificar con un adjetivo preciso el comunicado del colectivo de presos que se conoce por las siglas EPPK y que aún se mantiene bajo la disciplina de ETA. Limitémonos, pues, a decir con toda prudencia que nos hallamos ante un paso importante en el camino que las diversas organizaciones del MLNV están recorriendo en su tránsito de una estrategia político-militar a otra en exclusiva política. Algunos, sin duda más atrevidos, pero no por ello equivocados, se han arriesgado a calificarlo de decisivo.
La importancia del paso consiste, más que en las palabras con que se motiva, en el sujeto que lo da. A nadie se le oculta, en efecto, el destacado lugar simbólico que desde siempre ha ocupado el colectivo de presos en el conjunto de las organizaciones que integran la izquierda abertzale. Conscientes de esa relevancia, los firmantes del Acuerdo de Gernika buscaron, desde el mismo día en que lo firmaron, su adhesión expresa. Sabían que, con el apoyo de los presos, el acuerdo sería mucho más eficaz en sus demandas a ETA que si solo estuviera sustentado por las organizaciones que lo habían redactado. El visto bueno de aquellos era como el aval que el pacto precisaba para alcanzar su plena efectividad. De hecho, en su escrito de adhesión, el colectivo agradece a los redactores del acuerdo el reconocimiento que en él hacen del papel que a los presos corresponde en la conducción del «proceso democrático».
Quien se enfrasque en una lectura minuciosa de la farragosa literalidad del texto puede sacar la impresión de que lo que en él se dice no pasa de ser una aburrida repetición de los tópicos y de la retórica autojustificativa con que las organizaciones de la izquierda abertzale suelen ocultar, más que revelar, el sentido que pretenden dar a sus palabras. Sin embargo, así como del también farragoso Acuerdo de Gernika nos quedó solo la impresión, nunca por nadie desmentida, de que su intención última y casi única era pedir a ETA un «alto el fuego unilateral, permanente y verificable… como expresión de voluntad para un definitivo abandono de su actividad armada», ahora, del comunicado de los presos, nos quedamos con ese párrafo final -culminación, se supone, de todo lo que se ha dicho con anterioridad- en el que el colectivo «comunica a la sociedad vasca que el Acuerdo de Gernika es la referencia para el EPPK en lo que se refiere a la realización del escenario democrático y que, a ese respecto, coincidimos con el Acuerdo».
No puede negarse que, en esta lectura un tanto reduccionista del texto, hay algo -o mucho- de voluntarismo o apriorismo. Como si uno se hubiera fabricado ya, sobre la base de los datos que le ha ido ofreciendo la realidad, una imagen final del cuadro y ahora colocara en el puzle esta pieza que representa el comunicado de los presos. La imagen final que uno tiene ya fabricada es, como puede deducirse, la del inminente fin de la actividad de ETA.
Los datos sobre los que tal imagen se ha ido construyendo son, sobre todo, el documento ‘Zutik Euskal Herria’, aprobado en febrero de 2010 tras un largo debate, en el que la izquierda abertzale desvincula, de manera unilateral e incondicionada, su estrategia de la violencia de ETA; el Acuerdo de Gernika, de septiembre del mismo año, en el que se demanda a la banda un cese de sus actividades; el «alto el fuego unilateral, permanente y verificable», declarado como respuesta por ETA en enero de 2011; la presentación, un mes más tarde, de los estatutos de Sortu, en los que la izquierda abertzale rechaza todo tipo de violencia y se compromete de modo solemne con una estrategia exclusivamente política y democrática; el cese del ‘impuesto revolucionario’ decretado por la banda en abril del mismo año; y una larga serie de declaraciones coincidentes de destacados miembros de la izquierda abertzale. En este cuadro global, el comunicado de los presos encaja, sin duda, como la penúltima ficha de un puzle a punto de completarse.
«Penúltima», digo, y «a punto de completarse», porque, si el cuadro que uno se ha fabricado se corresponde con lo que está ocurriendo en la realidad, ya solo faltaría, para considerarlo terminado, la declaración con la que ETA hiciera pública su decisión de dar por definitivamente acabada su actividad terrorista. El hecho de que el colectivo de los presos haya emitido un comunicado como el que se conoció ayer parece, en efecto, confirmar la afirmación que hiciera la pasada semana el significado dirigente de la izquierda abertzale, Rufi Etxeberria, en el sentido de que la decisión de la banda estaría ya adoptaba y que solo le quedaría hacerla pública.
El voluntarismo que encierra la construcción de este cuadro, aunque basado en datos de la realidad, podría quedar desmentido solo si la izquierda abertzale fuera desleal a los compromisos que ella misma ha adquirido. Es posible que los tópicos y la retórica de los textos pretendan ahora convertirse por parte de los interesados en condiciones que un tercero -el Estado, en este caso- tendría que cumplir para que los compromisos se mantuvieran. Pero tal conversión constituiría la máxima deslealtad. Y es que, si algo quedó claro en ‘Zutik Euskal Herria’ y en los restantes pronunciamientos de la izquierda abertzale, es que la nueva estrategia exclusivamente política no es producto de un ‘do ut des’, sino que nace del convencimiento de que la violencia no es ya procedente para la consecución de los objetivos que desde siempre ha perseguido la izquierda abertzale. Debe ser, en una palabra, unilateral y no condicionada a la obtención de contrapartida inmediata alguna. Tal fue, en efecto, la amarga lección que ETA y la izquierda abertzale se vieron obligadas a sacar del fracasado último intento de negociación.
José Luis Zubizarreta, DIARIO VASCO, 25/9/11