La pieza de Navarra

LIBERTAD DIGITAL 06/06/17
CAYETANO GONZÁLEZ

· PP y PSOE no son conscientes de lo que supone para el proyecto nacionalista cobrarse la Comunidad Foral

Los miles de navarros que el pasado sábado salieron a las calles de Pamplona para manifestarse en defensa de su bandera sabían perfectamente que estaban defendiendo y defendiéndose de algo más: de los incansables afanes anexionistas de los nacionalistas de uno y otro signo que gobiernan Navarra desde hace dos años apoyados por Podemos.

La integración de Navarra en la Comunidad Autónoma Vasca, junto a los tres territorios ubicados en el sur de Francia, daría forma a esa Euskadi idílica y pastoril que en su día diseñó el fundador del PNV, Sabino Arana. Un objetivo, junto a la ruptura de España, también compartido por ETA y por el que esta banda terrorista ha asesinado a 857 personas, 42 de ellas en la Comunidad Foral.

Cuando hace dos años la nacionalista de Geroa Bai Uxue Barkos logró hacerse con la Presidencia de Navarra, gracias al apoyo de Bildu y Podemos –lo mejor de cada casa–, algunos alertamos del peligro que eso suponía para el mantenimiento del actual estatus político del territorio como comunidad foral diferenciada del País Vasco.

Pero los intereses partidistas, por un lado, y la ceguera política de los dos grandes partidos nacionales, por otro, hicieron que el foco de atención del PP y del PSOE se pusiera en otros frentes. Mientras, los nacionalistas, que a constantes y persistentes no les gana nadie, empezaron en Navarra a hacer su trabajo en el terreno educativo, cultural, social. Lo último ha sido ese acuerdo del Parlamento Foral para derogar la Ley de Símbolos y permitir que los ayuntamientos navarros que así lo decidan puedan colocar la ikurriña. Una bandera que, conviene recordar, era y es la del PNV, que este partido impuso como bandera oficial del País Vasco cuando se elaboró el estatuto de autonomía de Guernica. Es un paso más, en el terreno de los símbolos, que va en la dirección de presentar como normal algo que evidentemente no lo es.

Los nacionalistas nunca han sido mayoría en Navarra. De hecho, el PNV, el partido mayoritario y hegemónico en la Comunidad Autónoma Vasca, ha tenido siempre una presencia residual en ese territorio, y cuando sufrió su escisión, en 1986, quien se quedó con esa parte del electorado fue Eusko Alkartasuna, partido ahora integrado en la coalición Bildu. Tampoco hay una mayoría nacionalista, ni social ni política, actualmente. Lo que ocurre es que el PP no existe, y el PSOE ha dado tantos bandazos que se ha hecho irreconocible para un electorado de izquierdas que quiere que Navarra siga siendo Navarra. Sólo está dando la batalla Unión del Pueblo Navarro (UPN), cuya razón de ser y de existir es precisamente la defensa del estatus actual de Navarra. Y, de los nuevos partidos, Ciudadanos no ha conseguido cuajar en el territorio foral.

Dentro de esa dejadez de los dos grandes partidos nacionales, destaca con luz propia el que Rajoy no haya cumplido una promesa electoral que hizo antes de lograr la mayoría absoluta en 2011: derogar la Disposición Transitoria Cuarta de la Constitución, que es la que regula el mecanismo para la incorporación de Navarra a la Comunidad Autónoma Vasca. No tiene ningún sentido que esa puerta siga abierta casi cuarenta años después de aprobarse la Carta Magna. Y como los nacionalistas, insisto, son muy tozudos y perseverantes, ahí seguirán hasta que logren sus objetivos.

Desgraciadamente, seis siglos después sigue teniendo plena actualidad el lema del escudo de armas del príncipe Carlos de Viana, que contenía una representación de dos perros royendo un hueso con la siguiente frase: Utrimque roditur, «por todas partes me roen». Lo grave es que eso suceda gracias la pasividad del PP y del PSOE, que no son conscientes de lo que supone para el proyecto nacionalista cobrarse la pieza de Navarra.