- Es la primera vez que la heredera al trono, Doña Leonor de Borbón, Princesa de Asturias y de Gerona, pisa esta tierra tan catalana como española. Una aberración más.
Una pancarta con la frase “El futuro es Leonor” detrás de la cual se veía un mar de enseñas nacionales y gente. Gente que cantaba “Yo soy español, español, español”, “Viva España”, “Viva el Rey” o “Viva Leonor”. Afirmación y alegría ante la llegada de quien ha de ser la reina de nuestro país algún día. Voces que empiezan a sonar, las de esa Cataluña que quisieron silenciar en virtud de una quimera imposible, de una mixtificación tremenda, de una cortina de humo para tapar sus muchas vilezas. Pero la luz vuelve a asomar entre las múltiples rendijas del escenario separatista, ajado y ruinoso, y es por esos intersticios de vida y de realidad por los que se filtra la esperanza de un futuro no muy lejano en el que todos los catalanes podamos de nuevo bailar una sardana sin importarnos quién nos da la mano, reconociéndonos como lo que somos, hermanos. Es la civilización y el Seny que tanto precisa mi tierra la que se ha paseado por Figueras colgado de la sonrisa de esta augusta muchacha. Es la Cataluña real que, encarnada en asociaciones como Convivencia Cívica Catalana, Catalunya Suma, Unión Monárquica o Concordia Real, la que se congratulaba de que la normalidad democrática caminase sonriendo a su paso hasta llegar al museo Dalí, que ha provocado la admiración de la Infanta Leonor.
Y claro que unos separatistas no han podido dejar de acudir a verter su bilis que no afirma, al contrario, destruye. “Fuera Borbón”, “La bandera española no nos representa”, “Uno de octubre, ni olvido ni perdón” o “Los Borbones son unos ladrones”. Es una ideología que, lo he dicho muchas veces, se nutre más de aquello que odia que de lo que dice amar. Defiende más una lengua que a un niño, exculpa antes a un ladrón siempre que sea de los suyos que a un inocente si es de los otros. Y fragmenta, separa, atomiza, disgrega, sin tener el más mínimo reparo ni sesera para advertir las horribles consecuencias de tener todo un territorio roto. Leonor y Sofía, que la acompañaba, han mantenido el mismo gesto, la misma sonrisa dulce, la que solo pueden tener a sus años. La primera entregará este lunes los premios de la fundación que preside y lleva su nombre en Cornellá. Bien visto: Figueras, tierra estelada según los separatistas; Cornellá, capital obrera del Bajo Llobregat, según la izquierda. Decimos bien visto porque está demostrado que una monarquía moderna o es de todos o no es de nadie. La Corona debe ser un eje vertebrador de la nación, un eje transversal que recoja ideas, opiniones y sentires de todos los ángulos.
La luz vuelve a asomar entre las múltiples rendijas del escenario separatista, ajado y ruinoso, y es por esos intersticios de vida y de realidad por los que se filtra la esperanza de un futuro no muy lejano en el que todos los catalanes podamos de nuevo bailar una sardana sin importarnos quién nos da la mano
Es un inicio importante al que no le va a restar ni un ápice de importancia que la alcaldesa de Figueras, la republicana Agnès Lladó, no haya acudido a presentar sus respetos ante la futura reina. Ella cree que le pagan para cometer estas indelicadezas y, al fin y al cabo, la que queda como una maleducada es ella. De hecho, tampoco se la ha echado en falta. Los suyos sí que han estado presentes para gritarle de todo. Cada vez menos, digámoslo. No hay muelle que pueda tensarse infinitamente ni odio que no acabe por atemperarse, ni que sea por cuestiones de edad avanzada, vacaciones o, simplemente, reflexiones ante un espejo.
Bienvenidas, Doña Leonor y Doña Sofía. ¡Visca Espanya y Viva Cataluña!