Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo
Si unimos el acuerdo del jueves en la Unión Europea con las conclusiones aprobadas en la reciente Cumbre del Clima, y le añadimos la sentencia del Tribunal Constitucional alemán, obtendremos un panorama que exige reposo para el análisis, aunque hay varias conclusiones que se pueden extraer ya. La principal es que se mantienen los objetivos fundamentales de descarbonizar el mundo y para ello se va a reforzar el despliegue imponente de las energías renovables. Pero igual de claro parece que los gobiernos europeos han tomado conciencia de que realizar la transición sin evaluar bien sus consecuencias, ni calibrar bien sus ritmos de implantación, puede resultar letal para la industria europea, que sufre ya un impacto, quizás irreversible, en algunos países como Alemania y en algunos sectores como el del automóvil, el acero o la química.
Los acuerdos de la Cumbre del Clima son espectaculares, pues implican el poner fecha final a la utilización de los combustibles fósiles, pero los plazos pactados son tan dilatados que difuminan su impacto real y su materialización concreta. ¿Sabe alguien cuál será la situación del mundo en 2050? ¿Cuáles serán las prioridades de aquel momento tan lejano?
Por su parte, la UE aprobó el jueves la reforma del mercado eléctrico. Se repite el apoyo a las energías de bajas emisiones y dentro de ellas nos encontramos con la energía nuclear de nueva generación, que ha vencido la oposición alemana, con el objetivo de abaratar la factura que pagan los consumidores. (a la fuerza ahorcan…). ¿Qué haremos en España ahora que se acerca el final de su vida útil? También se consagraron los llamados contratos por diferencia dirigidos a estabilizar los precios de la generación y minimizar el impacto sobre los consumidores de las fluctuaciones en los precios del gas.
Y por último, hemos visto la sentencia del Tribunal Constitucional alemán que acaba de imponer un recorte de 12.000 millones solo para el año 2024 del Fondo de Clima y Transformación. Un recorte que alcanzará un total de 45.000 millones hasta 2027.
En definitiva, nadie pone en duda la necesidad de acometer la transición energética. Pero son muchos los que empiezan a darse cuenta de que un proceso tan importante y delicado no se puede hacer a lo loco, con tanta carga de ideología y tan poca reflexión estratégica.
Esto no acaba aquí. Ni mucho menos.