Francesc de Carreras-El Confidencial
- Naturalmente, su preocupación es el lento pero imparable deslizamiento de Polonia hacia un sistema autoritario dirigido por una «nueva derecha» muy distinta a la tradicional europea
Anne Applebaum acaba de publicar en Editorial Debate su último libro con un título que empieza a resultar tópico, ‘El ocaso de la democracia’, pero cuyo subtítulo es sugestivo e intrigante: ‘La seducción del autoritarismo’. Nacida en Washington, estudió en Yale y en Oxford, ha escrito en importantes medios de comunicación anglosajones, entre ellos ‘The Economist’ y ‘Washington Post’, es autora de varios libros, casi todos publicados en español, y está casada con Radek Sikorski, escritor y político polaco, razón por la que vive en Varsovia.
¿Es verdad que hoy seduce el autoritarismo? ¿Por qué seduce, precisamente, en esta vieja Europa, la zona geográfica del mundo en la que —junto a Estados Unidos y Canadá— más y mejor se había sólidamente asentado y consolidado la democracia liberal? Estas son las cuestiones a las que intenta responder Applebaum en un lenguaje directo y de fácil lectura.
Naturalmente, su preocupación es el lento pero imparable deslizamiento de Polonia hacia un sistema autoritario dirigido por una «nueva derecha» muy distinta a la tradicional europea desde la segunda guerra mundial, es decir, la derecha conservadora, democristiana y liberal, en la que se reconocen tanto ella como su marido y que creían estaba sólidamente asentada en su país tras la derrota del comunismo a fines de los años ochenta. Esta nueva derecha no quiere, dice Appelbaum, conservar ni preservar nada de lo existente, sino socavarlo, derrocarlo y destruirlo. Una derecha a la que califica de bolchevique porque trata, como Lenin y sus compañeros, de asaltar el Estado y a la larga transformarlo de manera radical.
Esta nueva derecha no quiere, dice Appelbaum, conservar ni preservar nada de lo existente, sino socavarlo, derrocarlo y destruirlo
Polonia es, obviamente, el país que mejor conoce, pero esta derecha ocupa también el poder en Hungría, aumentan tendencias parecidas en otros países de Centroeuropa, amenazan con llegar al poder en Francia e Italia, incluso está presente en el mundo anglosajón, en la Gran Bretaña que ha optado por el Brexit y por Boris Johnson, así como lo que queda de trumpismo en EEUU. España, según la autora, también está bajo sospecha. Un panorama inquietante, de momento todavía en sus inicios, pero que preocupa por las repercusiones en cada uno de estos países como, sobre todo, en la incidencia que puede tener en el proceso de unidad europea.
El comienzo del libro es de una inusitada brillantez. Nos habla de la fiesta que el 31 de diciembre de 1999 dieron en su casa de campo la autora y su marido a un gran número de amigos para despedir el siglo. Estos invitados, en su gran mayoría, formaban parte de la élite intelectual y política de Polonia, pero también asistieron algunos amigos estadounidenses y británicos. En definitiva, se trataba de un brillante grupo de profesionales triunfadores, cultos y cosmopolitas.
«A la mayoría de nosotros —dice Applebaum— podrían habernos clasificado, más o menos, en la categoría de los que los polacos denominan la derecha: es decir, los conservadores, los anticomunistas (…) también podrían habernos clasificado como liberales, a favor del libre mercado (…) que creían en la democracia, en el Estado de derecho, en la separación de poderes», todos orgullosos de una Polonia que ya formaba parte de la OTAN, iba en camino de adherirse a la Unión Europea y, por tanto, ya podía ser considerada como parte integrante de la Europa moderna. «Eso era lo que significaba [en Polonia] ser de derechas en la década de 1990».
Tras describir a grandes rasgos la deslumbrante velada, Applebaum da un giro a su relato y afirma con rotundidad: «Aquel momento pasó. Ahora, dos décadas después, cruzaría la calle para evitar encontrarme con algunas de las personas que estuvieron en aquella fiesta de Nochevieja. A su vez, ellas no solo se negarían a entrar en mi casa, sino que se avergonzarían de admitir que alguna vez estuvieron allí. De hecho, alrededor de la mitad de las personas que compartieron esa noche, ni siquiera hablarían con la otra mitad. Este distanciamiento es de carácter político, no personal. Polonia es hoy una de las sociedades más polarizadas de Europa…».
Y en el mismo capítulo no tiene reparos en poner nombre y apellidos a algunas de estas personas, entre ellas una de sus mejores amigas y madrina de uno de sus hijos que, tan solo dos años antes de escribir el libro, se negó a que se vieran y cortó toda relación tras un escueto mensaje que finalizaba con un interrogante: «¿Y de qué íbamos a hablar?». La política interfiriéndose en las relaciones privadas, un conflicto entre amistades por razones políticas. Es algo impropio de una sociedad liberal y democrática, pero al tensionar desde el poder las diferencias políticas estableciendo una polarización entre amigos/enemigos, esta situación resulta inevitable. En Cataluña esto se nota desde hace ya años, en el resto de España quizás no estemos todavía en este punto, pero si seguimos por el camino de la actual intolerancia, no tardaremos en llegar.
La responsabilidad de estas tensiones es en parte de los ciudadanos; pero, sobre todo, del ejemplo que trasmiten ciertos políticos y la clase periodística e intelectual. No solo es una cuestión de tono, de no seguir las pautas de la buena educación en la forma de relacionarse, sino también de fondo: de faltar a la verdad. Por ahí han empezado terribles tragedias.
No solo es una cuestión de tono, de no seguir las pautas de la buena educación en la forma de relacionarse
Anne Applebaun encabeza su libro con una cita del escritor francés Julian Benda: «Nuestra época es de hecho la época de la organización intelectual de los odios políticos». Benda es un autor a releer siempre, muy querido por la autora —también por mí— y la cita ha sido extraída de su libro ‘La trahison de clercs’, publicado en 1927, y traducido hace pocos años al español por Xavier Pericay como ‘La traición de los intelectuales’, una obra hoy olvidada, pero en su tiempo influyente; y, en todo caso, premonitoria de lo que estaba ocurriendo en el debate político de entonces y tendría bélicas consecuencias directas pocos años después.
Si vamos otra vez por este camino, si no nos organizamos en el cultivo de la tolerancia, y no en el del odio, el autoritarismo volverá a ejercer una gran seducción.