El Correo-GAIZKA FERNÁNDEZ SOLDEVILLA

Las nuevas generaciones no conocen lo que no se les enseña, con el peligro que la ignorancia comporta

El anuario del terrorismo yihadista del Observatorio Internacional de Estudios sobre Terrorismo informa de que a lo largo de 2017 se registraron 1.459 atentados de corte islamista radical en todo el mundo, que han causado 13.632 víctimas mortales. Los grupos más activos fueron Daesh y sus filiales (responsables del 43,9% de las acciones terroristas), los talibanes (17,5%), Boko Haram (9,4%), Al Shabab (7,5%) y las franquicias de Al-Qaida (6,2%).

Los países más damnificados han sido Irak (505 ataques), Afganistán (187), Nigeria (105), Somalia (92), Siria (90) y Pakistán (88). Es decir, como en anteriores ocasiones, y es importante remarcarlo, el terrorismo de índole religiosa tuvo su epicentro en Oriente Medio y el norte de África. Ahora bien, sus ondas sísmicas afectaron a un total de 42 estados en cinco continentes. Europa occidental no salió indemne: fueron asesinadas 62 personas en 15 atentados yihadistas. Dos de ellos fueron perpetrados en Barcelona y Cambrils por una célula vinculada al autodenominado Estado Islámico. Dejaron 16 víctimas mortales y más de un centenar de heridos. Se trata, por ahora, de la última agresión terrorista que ha sufrido España. La última, pero, al contrario de lo que una parte de la sociedad pueda pensar, no la única. Como subrayaba el historiador Tony Judt, la memoria humana es subjetiva, maleable, olvidadiza y a veces nos juega malas pasadas. Además, las nuevas generaciones no conocen lo que no se les enseña, con el peligro que la ignorancia comporta. Por esta razón es imprescindible apostar por la investigación profesional, la divulgación y la educación; siempre desde la seriedad y el rigor académicos.

‘La Yihad de Europa’, un reciente informe escrito por Luis de la Corte y publicado por el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, nos recuerda que la trayectoria del yihadismo en nuestro país es más larga y sangrienta de lo que habitualmente se cree. Empezó hace 34 años, el 12 de abril de 1985, cuando una bomba colocada en el restaurante ‘El Descanso’ (Madrid) acabó con la vida de 18 ciudadanos. Aunque se señaló al grupo Yihad Islámica como responsable de la masacre, no hay pruebas concluyentes al respecto. La Audiencia Nacional reabrió el caso en 2005, pero no hubo resultado. Se trata de uno de los dramáticos casos sin resolver que perlan la historia del terrorismo en España.

Veinte años después, el 11 de marzo de 2004, un comando hizo estallar diez artefactos en cuatro trenes de cercanías de Madrid. El 3 de abril siete de los sospechosos se suicidaron en un piso de Leganés que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado (FCSE) habían rodeado. Los yihadistas asesinaron a 194 personas e hirieron a más de 1.800. Es cierto que se suele hablar de 191 víctimas mortales, pero es necesario tener en cuenta el caso de una víctima sobre la que no se tramitó ningún expediente porque carecía de familia; el de una menor que quedó en coma, falleciendo tiempo después a consecuencia de sus heridas; y el del policía nacional que murió en la explosión de Leganés. La sentencia del 11-M acreditó que, además, dos mujeres embarazadas sufrieron un aborto achacable al trauma.

A la lista hay que añadir los 56 ciudadanos que han sido asesinados en el extranjero. Por una parte, 20 civiles: dos en los ataques de Marrakech en agosto de 1994, una en el 11-S en Nueva York, cuatro en Casa Blanca en mayo de 2003, ocho en Yemen en julio de 2007, dos en Túnez en marzo de 2015, dos en París en noviembre de 2015 y uno en Londres en junio de 2017. Por otra parte, los yihadistas han arrebatado la vida a miembros de las FCSE, del CNI o de las Fuerzas Armadas desplazados en misiones internacionales, así como a funcionarios y empleados locales contratados por las autoridades españolas: 36 personas entre Irak, Afganistán y Líbano (2003-2015).

En total, el terrorismo de índole islamista radical ha causado 284 víctimas mortales en España: 166 hombres y 118 mujeres. Detrás de las frías estadísticas se esconden historias truncadas de seres humanos con nombre y apellidos, con familia, con amigos, con sueños. Basten como muestra un par de ejemplos. Uno: la única española muerta el 11 de septiembre de 2001 en Nueva York se llamaba Silvia San Pío, estaba embarazada de siete meses y llevaba un año casada con un ciudadano estadounidense. Otro: el GEO de la Policía Nacional Francisco Javier Torronteras Gadea, asesinado en Leganés el 3 de abril de 2004, estaba casado y tenía dos hijos. Según la web ‘El Mapa del Terror’, acumulaba 17 años de servicio, en los que había participado en operaciones antiterroristas y misiones en lugares como Argelia y Chile.

Los servicios de inteligencia y las FCSE han evitado que la cifra de víctimas del yihadismo sea aún mayor, al desarticular casi todas las células que sucesivamente han planeado atentar en nuestro país. Según indica Florencio Domínguez en el Balance del terrorismo en España 2017, desde el 11-M se contabilizan 840 detenciones. Cada arresto, cada tentativa frustrada, ha ahorrado muertes y sufrimiento. En la película ‘Fifty Dead Men Walking’ se especulaba con el número de hombres que seguían andando gracias la actuación de un topo en el IRA. No sabemos cuántas vidas se han salvado en España, pero probablemente más de las que imaginamos.