Larga agonía

Batasuna mantiene los supuestos legitimadores de su propia existencia –’secular conflicto político’–, así como los objetivos: ‘territorialidad y derecho de autodeterminación’. Y como es obvio que tales objetivos irrenunciables no van a ser aceptados por la gran mayoría, ya tenemos la legitimación de la continuidad de ETA.

Tienen toda la razón Marte Pagazaurtundúa y Ruiz Soroa: el comunicado de ETA no merece comentario alguno y volcarse sobre el significado de sus puntos y comas no sirve para otra cosa que para otorgar un inmerecido protagonismo a quien a estas alturas no tiene otro comunicado útil por delante que el de su autodisolución. Pero inevitablemente la cascada de comentarios se ha producido, tanto por las exigencias del marketing político como por el auténtico anhelo que la gran mayoría de vascos y españoles tienen por salir de una vez de medio siglo de pesadilla terrorista. De ahí que la revisión de las lecturas del comunicado se haya convertido en algo a tomar en cuenta.

Las expectativas abrigadas por la opinión pública intervinieron decisivamente a la hora de orientarlas. La previsión de máximo optimismo consistía en el anuncio más o menos velado por ETA de su autodisolución, o de que por lo menos, el tiempo glorioso de la ‘lucha armada’ debía ceder paso sin reservas a la actuación democrática. Conforme pasaban las fechas y el regalo de Navidad no llegaba, tales deseos fueron siendo sustituidos por algo más modesto, cualquier signo que evidenciara un cambio sustancial en la dirección que muchos apuntaban, en la línea de Eguiguren, de una hegemonía de la Batasuna remozada por su anterior patrón. De este modo la formación ilegalizada tendría alguna posibilidad de acceder a la presencia electoral. Incluso si su voluntad de autonomía política era negada, Batasuna daría su paso decisivo, la ruptura abierta y nominativa con la tutela de ETA.

Pues bien, ni lo uno, ni lo otro. Sólo una edulcoración del lenguaje, que ha hecho posible una cascada de exégesis voluntaristas, con la tesis del predominio de Batasuna sobre ETA como sugerencia principal. A excepción de Rubalcaba, las primeras reacciones del área gubernamental iban en el mismo sentido, arrancando del inexplicable desconcierto del presidente, quien tras interrumpir al orador en una reunión de su partido para leer la nota etarra, se limitó a recomendar «prudencia y cautela» (sic). Marcelino Iglesias fue más allá. Se tomaba como referencia para el cambio positivo el deslizamiento en el vocabulario, de septiembre a ahora, olvidando que existía marzo de 2006, cuando ETA también declaró un «alto el fuego permanente», decisión corroborada ahora, con el único añadido de «general», aprovechado desde el área Batasuna, ejemplo su órgano de prensa, para echar más azúcar al inexistente café: «es de suponer», dicen, que eso significa suspender otro tipo de actividades. Si usted lo dice, bien, porque ETA no lo dice; sería una lectura correcta si en el comunicado se incluyera «suspensión de actividades», pero eso falta. Un alto el fuego es lenguaje estrictamente militar y en nada concierne al ‘impuesto revolucionario’. Menos mal que a fin de jornada el presidente Zapatero zanjó el equívoco, al dejar claro que nada iba a cambiar en su firme política antiterrorista.

No hay bases, pues, para el optimismo, salvo por lo que el comunicado connota de debilidad de la banda y de leve incidencia de la presión de Batasuna sobre ETA, con aquello de que toca «a los agentes políticos y sociales vascos» asumir la tarea política. Pero manteniendo los supuestos legitimadores de su propia existencia -»secular conflicto político»-, así como los objetivos: «territorialidad y derecho de autodeterminación». Y como es obvio que tales objetivos irrenunciables no van a ser aceptados hoy por el gobierno ni por la gran mayoría de los partidos democráticos, tenemos ya la legitimación de la continuidad de ETA. Así las cosas, Batasuna ha perdido una ocasión inmejorable para desmarcarse y ganar puntos para la legalización. Tal vez este aspecto sea el más relevante del episodio: al saludar efusivamente de labios hacia fuera el comunicado etarra, Batasuna muestra que el viejo cordón umbilical todavía no ha sido roto. Hubiera sido bueno que Patxi López lo recordara en su mensaje, dirigiendo hacia Batasuna, y no sólo a los manifestantes del sábado, su invitación a la ruptura explícita respecto de ETA. Es el nudo gordiano de la situación; sin cortarlo la izquierda abertzale sigue por voluntad propia en un callejón sin salida.

¿Y qué decir de esa «comunidad internacional» que ha impulsado a ETA a realizar este gesto y que sería la encargada de «verificar» el alto el fuego, quizá con Brian Currin dirigiendo la revisión de los zulos y de controlar que no se escape un comando y repita lo de la T4? Estamos ante el viejo truco bolchevique de convertir a un grupo de simpatizantes mal informados en sucedáneo de un colectivo nada menos que de alcance universal. Como ha dicho Urkullu, que ETA no mire a Bruselas ni a Gernika, sino a la sociedad vasca que quiere su fin. Nuevo signo de debilidad interna: ganar simpatías para la aún considerada por muchos ‘organización independentista’ que busca la paz ante la incomprensión de Madrid. Y coartada, si hay recursos, para retomar la senda roja.

Antonio Elorza, EL CORREO, 12/1/2011