Las cartas desparramadas

IGNACIO CAMACHO – ABC – 23/01/16

Ignacio Camacho
Ignacio Camacho

· Cualquier político con cuajo habría mandado a Iglesias a hacer puñetas en el acto, por autoestima y por principios.

Envidó a la grande Pablo Iglesias con un órdago a Pedro Sánchez… y fue Rajoy el que aceptó el envite para acabado desparramando las cartas. El presidente es un político de madera pero hasta la madera reacciona a los cambios de la temperatura ambiente. El paripé de una investidura fallida carecía ya de sentido antes de que el líder de Podemos le ofreciese al del PSOE la presidencia honorífica de un Gobierno de extrema izquierda; después de esa maniobra era un elemental disparate incluso para un dirigente de natural pasivo y talante hierático. El movimiento marianista obliga a barajar de nuevo los naipes, y aunque no le devuelve la iniciativa desbarata la estrategia de un Pedro Sánchez repentinamente menoscabado.

A Iglesias hay que reconocerle su instinto para provocar un vuelco en una partida que se jugaba al trantrán, entre mutuos compases de cautelosa espera. Con una mezcla de osadía y condescendencia le confeccionó a Sánchez un Gobierno y se autonombró vicepresidente en una oferta humillante. Un Gabinete de Podemos con una especie de Presidencia de honor. Inaceptable. Cualquier político pertrechado y con cuajo lo habría mandado a hacer puñetas en el acto, por autoestima y por principios, pero el candidato socialista se quedó bloqueado con una sonrisa mal compuesta.

Ofreció una imagen patética de inferioridad: desprevenido, inerme, incapaz de reaccionar ante un farol tan desahogado. Ha enseñado tanto su única carta que se la han terminado birlando. Y en vez de poner en su sitio al autor de una maniobra tan arrogante, le tendió la mano como quien le suplica a un atracador que le deje algo de dinero para volver a casa. Al declarar que los militantes no entenderían el desacuerdo se reconoció rehén del tipo que lo estaba despreciando. Dispuesto a negociar que le concedan unas migajas de su propio plato.

Por la tarde, Rajoy hizo lo correcto y casi lo necesario. Lo que corresponde, en primer lugar, al respeto por sus siete millones de votantes, y en segundo a su propia dignidad, la de un gobernante que no merece someterse a un vapuleo gratuito y premeditado. No depende de sí mismo y por tanto si lo van a echar que al menos no lo utilicen de coartada ni como entretenimiento para una becerrada a mantazos. Pero además hizo lo que convenía a la situación: una retirada táctica que obligue a sus adversarios a definirse sin tomarlo como referencia.

El paso adelante de Iglesias y el paso atrás del presidente trituran los planes de Sánchez, le trastornan los tiempos y lo emplazan a gestionar su ambición sin parapetos. Tiene delante a un Podemos crecido y retador y detrás a un PSOE estupefacto, y no puede estar seguro de nadie ni de nada excepto de que su sueño se ha complicado. Hasta el jueves se sentía pisando sobre seguro; desde ayer se desliza por un pavimento jabonoso. A él sí que le van a dar pero bien. Lo extraño es que no parece importarle.

IGNACIO CAMACHO – ABC – 23/01/16