Las huelgas de la vergüenza

Ángeles Pedraza, LA RAZÓN, 14/8/12

Una vez más, y ya he perdido la cuenta, ETA vuelve a intentar chantajear al Gobierno de España. Ahora mediante las huelgas de hambre de sus presos, a los que la banda vuelve a usar como arma para lograr sus objetivos. Sin escrúpulo alguno, piden humanidad por la supuesta enfermedad de Josu Uribetxeberria aquellos que no mostraron la más mínima clemencia para apretar un gatillo o un detonador.

Un paripé más de ETA. Una puesta en escena como les gusta para contar la historia a su medida. Y lo hacen como siempre, intentando coaccionar al Estado de Derecho y a la sociedad. Y nos vuelven terribles recuerdos de aquel tiempo oscuro en el que De Juana Chaos humilló y pisoteó la dignidad de las víctimas con aquellas huelgas de hambre.

Todas estas situaciones me parecen surrealistas, lamentables y dolorosas. Las víctimas ya estamos cansadas de la demagogia e hipocresía de unos asesinos. Reclaman humanidad. ¿Dónde estuvieron las huelgas de hambre cuando ETA asesinaba e instauraba su política de terror?

Sobre el caso concreto de Uribetxeberria me planteo numerosas preguntas: ¿Por qué hay que trasladarlo al País Vasco para que lo examinen los médicos? ¿Acaso en León no hay médicos preparados? ¿Cualquier otro preso habría sido tratado de la misma manera en idénticas circunstancias? ¿Por qué siempre este trato de favor a los presos de ETA?

Uribetxeberria jamás ha mostrado signo de arrepentimiento alguno. Nunca ha pedido perdón a las víctimas por el daño causado. Que nadie olvide que Uribetxeberria asesinó a sangre fría a tres personas. Y no le tembló la mano para dejar morir a Ortega Lara. Esa es la calaña del individuo que reclama humanidad y por el que cientos de presos de ETA han empezado sus teatrales huelgas de hambre.

Pero ya no pueden engañar a nadie. Esto no es nuevo. Por suerte, la inmensa mayoría de los españoles saben que esa «solidaridad» con Uribetxeberria no es más que una máscara para conseguir beneficios y réditos penitenciarios. Son marionetas en manos de ETA para conseguir sus objetivos.

Que nadie olvide jamás que ninguna víctima del terrorismo pudo ser atendida por sus familiares en sus últimos momentos. Ninguna. ETA ha asesinado a 829 personas y ninguna pudo dedicar su último aliento a sus seres queridos. No pudieron sentir el cariño y el afecto de sus padres, hermanos, hijos, amigos… La muerte les llegó desde la oscuridad y la cobardía de esos asesinos que hoy reclaman humanidad para uno de ellos.

Ángeles Pedraza, LA RAZÓN, 14/8/12