ANTONIO CASADO-EL CONFIDENCIAL
- Hay un amplio fondo de armario sobre los ‘escamots’ de ERC, pero sería tan injusto asociar la causa de Rufián al fascismo como la de Felipe VI al franquismo
Por el mismo precio, y con las mismas armas, alguien pudo acreditar la estirpe fascista del catalanismo mediante una foto de los ‘escamots’ y su estética mussoliniana. Aún puede hacerlo si se rebaja a usar las malas artes de Rufián. Una vez comprobada la tendencia de los ‘indepes’ a imponer su voluntad por el artículo 33 (su real gana), no sería tan insidioso como negar legitimidad de origen y ejercicio a la Monarquía constitucional representada en la figura de Felipe VI.
Hay un amplio fondo de armario disponible en las hemerotecas sobre las correrías de los ‘jerec’ (Juventudes de ERC Estat Catalá) y su «entusiasta admiración por la ética del fascismo, cuyos principios sustanciales esperamos poder realizar un día en Cataluña», según confesión de Miquel Badía, uno de los dos fundadores de estas intimidatorias y violentas milicias juveniles. En 1931, recién proclamada la segunda República. El otro fue el famoso Dencás. Ambos muy próximos a Companys. De los dos se ha confesado admirador el ya caído ‘president’ Torra.
Miguel Badía y José Dencás, próximos a Companys, fundaron en 1931 las violentas milicias juveniles de ERC de inspiración mussoliniana
Si el método sirve para localizar el gen de la dictadura en la biología del rey Felipe VI, tan distinto, tan distante, sirve también para detectar el fascismo en el historial de Gabriel Rufián, igual de distinto, igual de distante. A estas alturas de la película sería al menos tan injusto y difamatorio asociar la causa de Rufián al fascismo como la de Felipe VI al franquismo.
Lo primero sería una interpretación fuera de contexto sobre lo ocurrido con el episodio sobradamente documentado de las Juventudes de ERC en los años 30. Véanse los coincidentes testimonios de Hugh Thomas, Gerald Brenan, Payne o Gabriel Jackson acerca de las milicias paramilitares de ERC en aquellas vísperas convulsas de lo que se nos venía encima.
Y lo segundo, exactamente igual. Hace falta ser un gran manipulador para reducir la obra democratizadora de 1978 a una operación contaminada en origen por la designación de Juan Carlos de Borbón como heredero de Franco. Y hace falta ser un gran demagogo para ignorar que abrir por dentro las puertas del franquismo a la democracia fue un hecho histórico determinante del más largo periodo de paz, progreso y libertad que disfrutamos desde el pacto constitucional de la transición.
Solo un demagogo ignora que abrir las puertas del franquismo a la democracia determinó el más largo periodo de paz y progreso de nuestra historia
Lo que sorprende en alguien tan joven como Gabriel Rufián es el odio que destila en sus diatribas contra el Rey. Va más allá de su legítima profesión de fe republicana. Me refiero a los métodos. A las malas artes empleadas para arremeter contra el vigente sistema de Monarquía Parlamentaria ratificado por los españoles como una pieza más del pacto político que hizo posible una transición pacífica de la Dictadura a la Democracia.
En este punto no me privo de citar al propio Oriol Junqueras, jefe político de Rufián, que en su deposición ante el tribunal que juzgó a los implicados en el fallido golpe del 1-O, dijo textualmente: «Cualquier noble objetivo puede resultar inmoral si los mecanismos que se usan para conseguirlos son indecentes». Es de estricta aplicación a su portavoz en el Congreso, que el otro día reactualizó en los circuitos políticos y mediáticos la perturbadora idea de que su aversión al Rey es compartida por una parte del Gobierno, mientras la otra hace como si no lo viera. Seguro que Rufián disfrutó con el penoso espectáculo de un líder de la oposición, Pablo Casado, acusando el presidente, Pedro Sánchez, de deslealtad al Rey «por un puñado de votos».