IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

Ayer hablábamos del paro, uno de los problemas estructurales de la economía española, y vamos hoy con otro, con las pensiones. En realidad ambos están conectados pues es evidente que si tuviésemos más empleos, es decir más cotizantes al sistema, nos sería más sencillo afrontar el coste de las pensiones que reciben los pasivos. Como sabe, el Pacto de Toledo fue una gran idea, porque al reunir a representantes de todos los partidos políticos conseguía apartar este asunto de la refriega habitual que tanto les gusta a ellos y tanto nos disgusta a los demás. Se suponía que alejados de ella y fuera de los focos de la actualidad mas rabiosa, serían capaces de conseguir acuerdos estables que garantizasen el futuro del sistema.

Bueno, pues se conoce que los participantes se han encontrado cómodos en ese espacio de penumbra informativa porque han tardado más de cuatro años en alcanzar un acuerdo que tiene todo el mérito de los encuentros entre discrepantes… pero poco más. A mí me parece muy ilusionante la parte relativa al objetivo principal, ya que pretende equilibrar la financiación del sistema en el año 2023, pero muy decepcionante la imaginación empleada a la hora de definir el conjunto de medidas que han de hacerlo.

El gran logro, la medida más audaz para colmar el agujero de la financiación -16.000 millones en 2019 que muy probablemente se tripliquen en 2020 por culpa de la pandemia-, consiste en cambiar de sitio una gran partida de gastos, como son las pensiones no contributivas, las de viudedad y orfandad, las reducciones de cuotas, etc,. Y el segundo es inyectar transferencias desde el Estado a la Seguridad Social, algo que ya se hace. Es decir, el problema se traslada desde los hombros de los cotizantes a las espaldas de los contribuyentes. ¿Merece el logro un aplauso? Pues una cosa es que el movimiento tenga lógica conceptual, que la tiene, y otra, muy diferente, que nos lo vendan como la gran solución, que no lo es. Ni de lejos.

El meollo de la cuestión consiste en el desequilibrio financiero del conjunto. Y arreglar eso de manera definitiva exige entrar en el análisis de los ingresos y de los gastos. Aquí, el Pacto compra la tesis del Gobierno, y como no hay que dañar a ningún colectivo ni molestar a nadie, el acuerdo se queda corto. Las medidas para alargar la jubilación real son timoratas, mientras que abundan las complacientes, como la posibilidad de elegir los mejores años de cotización para el cómputo de la pensión.

También han planteado que los robots empiecen a cotizar. Pero eso no tiene mérito. Los robots no votan.