Libro de los Jueces

EL MUNDO 19/12/16
SANTIAGO GONZÁLEZ

EN LA actualidad se habla mucho de la judicatura y eso no parece cosa buena. Los jueces son a la democracia como las bandas sonoras en las películas; deben quedar discretamente integradas en el todo. Cuando llaman la atención, son demasiado perceptibles o estridentes, mal asunto. Muchas veces no es por culpa suya. Un suponer, la judicatura empezó a dar el cante con la Ley del Poder Judicial (Ley 6/1985, de 1 de julio).

Salen mucho los jueces en los papeles como digo y no es una buena noticia. El separatismo se ha alineado con Carme Forcadell para arroparla en su comparecencia por desobediencia al Constitucional. La performance se la copiaron al PNV, que en 2003 hizo lo propio con el presidente del Parlamento vasco en su comparecencia por delito análogo: desobediencia al Tribunal Supremo.

Aquello tuvo lugar el 3 de diciembre, a los 33 años justos de la apertura del Proceso de Burgos. Aquel consejo de guerra fue interrumpido por el último de los procesados, Mario Onaindia, que abortó la vista con un canto de guerra, Eusko gudariak gera(Somos soldados vascos), que fue la canción elegida por el PNV para su happening, actuando como director de orquesta Xabier Arzalluz, con su paraguas a guisa de batuta. Había una diferencia: Mientras el Sumarísimo 31/69 era un drama en el que se pedían a Mario y a sus 15 compañeros de banquillo seis penas de muerte (el tribunal fue generoso, dictó nueve) y 752 años de cárcel, Atutxa llegó al TSJ de Bilbao en su coche oficial y la cosa se quedó en nada. Dos días después, el viernes, 5 de diciembre de 2003, el Consejo de Ministros concedió a Mario Onaindia la Medalla de la Orden del Mérito Constitucional a título póstumo. De la Constitución de España y no la de Merimée.

Un antiguo juez, Juan Pedro Yllanes, ahora diputado de Podemos, denunció haber sido amenazado «por el compañero Juan Carlos Monedero, quien me ha advertido (…) que cuando todo vuelva al orden, tenga ojito con lo que digo». Uno se pone en el pellejo de Yllanes. Que te diga «mucho ojito» un tipo al que le cabe todo el Orinoco en la carúncula lacrimal para llorar por Chávez, tiene que acojonar.

Al hilo de la noticia hemos sabido que, de no aceptar la cabeza de lista por Baleares, Yllanes habría sido el presidente del tribunal que juzgó a nuestra Blue Jasmine, que terminará absuelta, aunque sus declaraciones no la acreditan como la más lista de la familia.

El sumario fue instruido por José Castro, que también fue tentado por Podemos, aunque rechazó la oferta por razones de oportunidad. Castro sentó a la Infanta en el banquillo, el 23 de diciembre de 2014, la víspera de que su hermano, el Rey de España, dirigiese su primer discurso de Navidad a los españoles. Hay que joderse. Hay que leer el auto y la apoyatura del mismo en el eslogan de la Agencia Tributaria Hacienda somos todos, empleando una frase publicitaria como si fuese un fundamento de Derecho.

Dos jueces podrían haberse bastado para proclamar la Tercera. Después, todo era cosa de encargar la Constitución Republicana al juez (suspendido) Santiago Vidal, que tiene experiencia de pasarse la Constitución realmente existente por el perineo y nombrar presidente del Supremo a Pascual Estevill, al que Pujol colocó en el CGPJ, hoy condenado a nueve años de cárcel por cohecho, prevaricación y detención ilegal. Después de todo, el procés no es más que un intento de acogerse a sagrado por la tropa pujolista, en plan todos a Montserrat. Allí les protegerán los gedeones, jueces que conocen a los suyos. Como a la Trotacapillas en Madrid y a Vicky en Las Palmas, no digo más.