Línea caliente

Ignacio Camacho-ABC

  • Caretas fuera: Sánchez tuvo desde el principio en su agenda la excarcelación progresiva de los presos de ETA

No eran los presupuestos. El plan de excarcelación progresiva de los reclusos etarras comenzó casi inmediatamente después de la llegada de Pedro Sánchez al Gobierno. Cuatrocientos folios de la Guardia Civil disipan cualquier duda al respecto. Contactos, negociaciones, recados, idas y venidas, mensajes de teléfono entre asesinos convictos, dirigentes de Sortu, intermediarios y autoridades penitenciarias dibujan la traza de una línea caliente entre Interior y los presos, un canal que revela la existencia de un proyecto para conceder a los terroristas trato de privilegio. Una comunicación establecida desde el primer momento en la que tipos tan recomendables como Kubati sirven de interlocutores al ministerio. Pero ese detalle, siendo escandaloso, no es el problema, sino que sus demandas se han ido cumpliendo. Desde el acercamiento hasta las transferencias, desde los traslados selectivos hasta la reforma legal, recién incluida en la agenda, sobre el cómputo efectivo de las condenas. Dicho de otra manera: el Ejecutivo abordó de inicio una operación carcelaria paralela a la normalización del legado de ETA. Caretas fuera.

En realidad, ése era el diseño desde que comenzó el llamado ‘proceso de paz’ del zapaterismo, que el mandato de Rajoy, aun subrogándose los acuerdos esenciales, dejó interrumpido. Se trata de considerar a los herederos de la banda como parte del bloque ‘progresista’, un apoyo más sobre el que articular una mayoría que blinde al sanchismo contra cualquier intento de alternativa y brinde de paso la posibilidad de acabar con la hegemonía vasca del PNV mediante una eventual coalición tripartita. El tercer brazo es, obviamente, Podemos, convertido en enlace entre los separatismos y el PSOE según la estrategia diseñada en 2017, durante una cena en casa de Roures, por Iglesias y Junqueras. Un frente con el que levantar primero una trinchera capaz de impedir el paso a la derecha y luego avanzar hacia un cambio subrepticio de sistema circunvalando la Constitución hasta darle la vuelta completa.

En ese planteamiento han encontrado los aliados radicales el chollo de un Sánchez dispuesto a lo que sea preciso con tal de mantenerse en el alambre. El presidente está cómodo en la alianza Frankenstein y los otros saben que no van a encontrar un socio más bizcochable. Si esa mutualidad de intereses exige indultar a los sediciosos catalanes, él saca el indulto adelante. Y si hay que liberar a culpables de ominosos delitos de sangre, los pondrá en la calle. Ha comprobado que la mentalidad pancista de la sociedad española es vulnerable a la explotación propagandística de una memoria selectiva y que el terrorismo ya no moviliza un sentimiento de cohesión democrática en torno a las víctimas. Unas cuantas humillaciones y mentiras más y la campaña de olvido estará lista para revestir de legitimidad política a Otegi, Kubati y compañía.