IGNACIO CAMACHO – ABC – 18/09/15
· La presentida irrelevancia de Unió simboliza el fracaso del catalanismo arrepentido ante un delirio que ayudó a incubar.
Con la candidatura de la secesión tocando la mayoría absoluta en las encuestas, las esperanzas de cierta burguesía biempensante catalana se cifran en la equidistancia tercerista del nacionalismo antes llamado moderado. Pero la Unió de Duran Lleida, desgajada de Convergencia, no despega en su aventura en solitario por más que su promotor se multiplique en entrevistas a escala nacional para contrarrestar el implacable ninguneo que le aplican los medios oficiales del soberanismo.
Ese presentido destino de irrelevancia testimonial simboliza el fracaso del catalanismo no independentista en este clima de fiebre emocional que ha contribuido a crear durante demasiado tiempo. Duran, atrapado por las dudas y el apocamiento, tardó en tirarse en marcha del tren en que iba montado. Su apuesta no acaba de cuajar porque su discurso de arrepentimiento mediopensionista ya no se abre paso en medio de la efervescencia del destino manifiesto.
Tampoco le ayuda una congénita tibieza democristiana que le ha impedido presentarse al envite decisivo como candidato de su propia lista. Al igual que a su mentor Miquel Roca, que en los años ochenta fundó un partido sin apuntarse a él –balance electoral: cero diputados–, le falta coraje para batirse con sus propias manos. O le sobra apego a su cómoda plataforma en Madrid, que visto lo visto le va a costar defender en las generales. Duran y Roca se mueven en el lobby como peces de entreaguas, y de hecho el abogado actúa estos días muñendo pronunciamientos de personalidades al servicio discreto, que no secreto, de Su Majestad el Rey padre.
Pero no se atreven a medirse a campo abierto, sin personas interpuestas, en el fragor arremangado de una campaña a cara de perro. Así han actuado siempre, como embajadores de un poder territorial y de un statu quo a cuyos privilegios no querían renunciar a pesar de las evidencias de que se estaba incubando una catástrofe. Ahora se ofrecen como cascos azules en una batalla cuyos contendientes ya no respetan banderas de mediación. Y se llevan las manos a la cabeza ante una deriva que durante años han consentido con su participación, su anuencia o su consejo.
Con todo, ninguna colaboración es mala en este tiempo de bipolaridades. Unió podría ser el embalse de un voto catalanista alarmado ante el abismo crítico de la secesión, y sus eventuales escaños, la válvula por la que desaguase la tensión del punto de ruptura. Es de temer, sin embargo, que ni siquiera esa propuesta de sensatez tardía cale ya en una atmósfera tan empapada de misticismo patriótico que arrastró al propio Duran a manifestarse cojeando con muletas en la Diada donde eclosionó el éxtasis soberanista. Hoy parece el marinero Ismael de «Moby Dick», tan horrorizado como impotente ante la sinrazón de un capitán Ahab que ha involucrado a su gente en una obsesión autodestructiva.
IGNACIO CAMACHO – ABC – 18/09/15