Alberto Olmos-El Confidencial’
La peor parte’ recibió una frívola atención en la prensa especializada

Las tres cosas importantes en la vida en realidad son solo dos: la muerte. La muerte es una y trina. Quiere decirse que se hacen muchos libros sobre ella. Libros sobre padres muertos, hijos muertos, amores muertos. El trino a la muerte es muy de la literatura.

Escribir estas cosas daba pudor hace décadas, y hoy es consustancial al negocio. Vuelto el mundo un escaparate, y siendo la autoficción el vehículo de moda para lucir músculo moral, nada extraña que alguien abra la parte final de la vida de otro y la exponga al respetable. No es que me parezca mal, sólo les digo lo que hay.

Pensaba el otro día, viendo porno, en qué poco falta para grabar muertes, para detonar del todo lo íntimo y llenarnos el Youtube de fallecimientos. Es bastante lógico que esto suceda. Uno que nació y cuyo nacimiento fue grabado por sus padres y puesto en Internet, y que luego se graba a sí mismo durante toda la vida y comparte absolutamente todo lo que le sucede, no sería extraño que ordenara a un hijo o amigo que le grabara también al expirar, y que su última voluntad no fuera quemar El proceso ni desheredar a sus hijos, sino que le subieran su muerte a Youtube para ver cuánta gente le daba al play. Imaginen qué horror fabuloso el de miles de personas muriéndose en Youtube y usted pasando la tarde y dando likes. La sección Muertos al lado de la de Música. Las mejores muertes del año. La canción ‘Caballitos de mar’, de Corcobado, sonando a todo volumen: “Muerte, muerte, muerte, muerte, muerte”.

Savater

Me cayó en las manos estos días el libro de Fernando Savater sobre su mujer muerta. Se titula ‘La peor parte’ (Ariel) y sonó mucho el año pasado. Como nadie lo leyó, recibió elogios desatinados y provocó entrevistas sonrojantes. Yo creo que no lo leí por culpa de la prensa cultural española, que es casi tan mala como cualquier otra prensa de cualquier otro país donde la prensa sea malísima.

Porque, de lo visto en prensa, saca uno que, bueno, Savater homenajea a su esposa y habrá que hacerle columna por compromiso; y que, bueno, en el libro se habla de infidelidades y habrá que hacerle entrevistas y hablar sólo de esas infidelidades. El resultado fue realmente bochornoso.

Porque leyendo ‘La peor parte’ encontramos de hecho un libro estupendo, donde el estatuto erótico de la pareja se resume en exactamente dos páginas, la 42 y 43, que es hasta donde debió de leer el libro la gente, pues ya tenía materia para preguntar o cotillear. El resto son, como dice la cubierta, ‘Memorias de amor’.

La peor parte

Savater se lanza al duelo y al amor con prosa vivaz y despendolada, muy alegre para el caso y donde se nota que está por encima del bien y del mal. Hasta manda “a tomar por culo” (sic) a la Universidad del País Vasco. Nada más ponerme con el libro, me fue facilísimo leerlo entero, anotar ideas y citas, acompañar a la pareja en su desgracia. No puede compararse con los ‘Diarios últimos’ de Sándor Marái, donde se narra el mismo trance, pero que te dejan amargado, medio ido y viendo la vida como ese hielito final del vaso que de pronto hace un ruido.

La cosa con los muertos que narran los escritores es que te tienen que emocionar, porque si no sería un disparate ponerte a leer los problemas de los demás. También es atractivo que en estos réquiems se traigan a la página citas, anécdotas y referencias culturales en general que enriquezcan la escena funeral, porque en última instancia leemos estos libros para saber cómo vamos a morir y cómo vamos a ver morir. Todo lo demás es basura.

Savater cumple con estos encargos, el de emocionar y el de ilustrar, aunque mucho más con el segundo. Qué maravilla leer a un autor que todavía puede citar fuera del lugar común, rescatar o robar una idea de otro, azuzarte las ganas de ir a buscar un libro. Todas las citas que mete Savater en este libro son de gran lector, deslumbrantes y sabias.

Qué maravilla leer a un autor que todavía puede citar fuera del lugar común, azuzarte las ganas de ir a buscar un libro

“El dolor más atroz es saber que el dolor pasará”, dijo Césare Pavese. “Puede que sea eso lo que uno busca a través de la vida, nada más que eso, el mayor pesar posible para llegar a ser uno mismo antes de morir”, dijo Celine. “La gente habla de los horrores de la guerra… ¿pero qué arma de las inventadas por el hombre se acerca tan siquiera a la crueldad de algunas de las enfermedades más comunes?”, dijo Orwell.

Lo de Orwell lo cita Savater cuando su mujer ya está de hospitales, zarandeada a partes iguales por los médicos y por la enfermedad. Son los nueve meses últimos de Sara Torres, que Savater no consigna en exceso, con tanto detalle y tanta sensación de largo morir (“Qué lento muero”) como Sándor Márai. La muerte de ambas esposas es similar: en una cama mientras su marido las ve irse.

Me he acordado, escribiendo este texto tan animoso, del final de ‘True Detective 2’, cuando uno de los protagonistas llama a su amiga y le dice que va todo bien y que pronto se verán. En realidad le persiguen los malos y sabe que va a morir. En un bosque lo tirotean. En mi opinión esta forma de marcharse definitivamente me parece muy digna de ser practicada. De la muerte hay que evitar el espectáculo. Llamar para decir que todo está bien, y luego irse solo hacia el bosque.