Alberto Ayala-El Correo
La compleja red de movimientos diseñada desde el PSOE, Unidas Podemos y el independentismo que debe concluir con la investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno español, previsiblemente no antes de comienzos de enero, se encuentra ahora sí perfilada. Y como en tantas otras ocasiones conviene que los árboles no impidan ver el bosque.
Por si alguien albergaba todavía alguna esperanza en las filas socialistas, el líder de ERC, Oriol Junqueras, lo ponía el viernes negro sobre blanco en una entrevista concedida a ‘La Razón’ desde la prisión de Lledoners, donde cumple condena por sedición y malversación. O Sánchez y los suyos acceden a conformar una mesa de gobiernos para abordar el conflicto político catalán o los republicanos no le investirán presidente.
La advertencia de quien va a tener la última palabra sobre la decisión final de ERC en orden a terminar o mantener el bloqueo político en España llegaba horas después de que Sánchez y los socialistas movieran ficha. El primero, anunciando una ronda telefónica con los presidentes autonómicos, incluido el hace pocas semanas ninguneado Quim Torra. El PSOE hará otra, por su parte, en el Congreso con todos los grupos y partidos con representación parlamentaria.
Fuera, pues, vetos y fuera cordones sanitarios. La negativa de Sánchez a coger el teléfono al president catalán de semanas atrás se convertirá en llamada suya al valido del huido Puigdemont. El rechazo a mantener relaciones normalizadas públicas con la ultraderecha y con los herederos del brazo político del terrorismo de ETA se convierte también en pasado.
El reconocimiento público a la coalición de Arnaldo Otegi, con la que los socialistas tienen contactos parlamentarios discretos pero diarios desde hace años, busca, es obvio, garantizarse el voto de la izquierda abertzale a Pedro Sánchez. Romper el cordón sanitario a la izquierda abertzale y no hacerlo con Vox hubiera resultado indefendible, al menos fuera de Euskadi y Cataluña.
¿Y el diálogo de Sánchez con los presidentes autonómicos? Puede tener una doble finalidad: hacer creer que se habla y se escucha a todos. Que no se dispensa un trato especial a Cataluña. Lo que Junqueras ya ha dejado claro que no está dispuesto a tragar. E intentar encontrar comprensión en las autonomías a los movimientos políticos que puedan producirse en orden a encauzar el problema catalán dentro de la legalidad constitucional.
Simultáneamente socialistas, republicanos y los comunes van sentando las bases de una posible colaboración a futuro en Cataluña. Colaboración que precisa que ahora ERC salga reforzada frente a Junts per Catalunya de las negociaciones de investidura -y que así lo percibe su electorado-. Que ese sea el paso previo a su victoria en las próximas autonómicas catalanas. Y que a partir de ahí la entente JxCat-ERC salte por los aires y se abra paso un pacto de izquierdas.
En esas nos encontramos.